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Cada relación sexual es un mundo en el que los ingredientes cambian. A
                veces tiene mucho de pasión y de físico y en cambio en otras priman el amor

                y  el  sentimiento.  El  sexo  por  puro  placer  —sin  compromiso  ni  amor—
                conlleva  una  gratificación  instantánea,  un  chispazo  de  dopamina  donde
                evitamos generar un vínculo y usamos a la otra persona como un objeto de
                diversión.  El  al cohol  suele  estar  en  la  base  de  muchos  de  estos
                comportamientos, ya que «ayuda» a no pensar y potencia el disfrute con la

                mayor intensidad posible.
                   El amor de verdad, sin embargo, no es algo rápido, fugaz ni instantáneo.
                Enamorarse conlleva un riesgo. Te conviertes en alguien vulnerable. El que
                busca solo sexo no se expone, no arriesga su corazón. Se cierra a enamorarse

                y  a  sentir  desde  su  parte  más  afectiva.  En  el  sexo  hay  otras  debilidades  y
                otros riesgos, pero de diferente naturaleza.
                   La  persona  que  no  quiere  enamorarse  va  con  una  coraza  por  la  vida.
                ¡Cuántas veces me he dado cuenta al escuchar una historia de que existe un
                muro que bloquea el enamorarse! Es importante detectarlo cuando conocemos

                a  alguien  para  que  no  se  confundan  los  sentimientos  y  evitar  padecer
                innecesariamente.
                   La  sexualidad  puede  ser  causa  de  gran  placer  y  felicidad,  pero  también
                motivo  de  enorme  sufrimiento.  En  terapia  he  escuchado  historias  donde  la

                corporalidad  de  las  relaciones  es  una  razón  de  bloqueo,  de  angustia  y  de
                trauma.  Hay  heridas,  dolor,  rabia,  rencor,  ansiedad  o  miedo.  Dedico  en
                consulta un rato para tratar de los temas sexuales. La vida íntima nunca deja
                indiferente:  bien  nos  gusta,  nos  disgusta,  nos  perturba;  bien  nos  genera
                vértigo, nos recuerda algún dolor o la tenemos «aparcada» por alguna razón.

                   Micaela  Menárguez  es  doctora  en  Farmacia  y  ha  escrito  un  libro,  Solo
                quiero que me quieran, donde cuenta sus experiencias como docente en la
                universidad  al  hablar  de  cuestiones  relacionadas  con  la  fecundidad,  las
                enfermedades de transmisión sexual y las parejas en jóvenes de hoy en día.

                Algunos de los comentarios que cita de la razón por la cual estos mantienen
                relaciones  sexuales  son  muy  similares  a  los  que  yo  escucho  en  consulta
                —«para destacar en el grupo por acostarme con la más guapa», «necesito a
                alguien  que  me  quiera»,  «por  curiosidad»,  «por  sentirme  deseada»,  «por
                sentirme valorada», «como subidón de autoestima», «porque me gusta poder

                contarlo a mis amigos»…—. Las razones son múltiples, pero frecuentemente
                se da un problema de base sentirse abrazado.
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