Page 152 - Encuentra tu persona vitamina
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Una joven al llegar a su adolescencia se siente vulnerable. Su cuerpo
cambia, y, según cómo lo haga, los hombres la mirarán más o menos, será más
o menos atractiva para el entorno y las otras mujeres se compararán con ella.
Puede convertirse en un momento complicado. El deseo de gustar y de cómo
los demás nos miran se convierte en algo primordial en esa etapa de la vida.
Ahí nacen gran parte de las inseguridades que nos pueden acompañar a lo
largo de la vida como mujeres.
Uno de los libros que más me ha inspirado en este tema en los últimos años
es Erótica y materna, de la psiquiatra italiana Mariolina Ceriotti —tuve la
suerte de conocerla en un viaje a Madrid, cenamos juntas y aproveché para
mantener con ella una conversación muy interesante y profunda sobre el
mundo femenino—. Ella trata un concepto llamativo, explica que la mujer, en
el mundo sexual-afectivo, tiene dos componentes fundamentales que no
siempre van unidos. Por un lado, la parte erótica y sexual; por otro, la
maternal. La primera incluye el físico, el deseo, la capacidad de ser
autónoma, de imponerse y de saber disfrutar de su cuerpo. La segunda está
relacionada con ser cuidadora y con tener una empatía y una sensibilidad
mayores que el varón, aunque no necesariamente llegue a ser madre.
Todos sabemos que la mujer —casi siempre— es la que se encarga de unir,
de reunir, de acoger y de pulir las relaciones humanas. Los hombres, en
general, cuidan menos sus relaciones. Las dos facetas son necesarias y,
cuando confluyen felizmente, nos encontramos ante una mujer flamante y
completa, pero a veces parecen estar peleadas o contrapuestas.
Conseguir fusionar lo erótico y lo materno requiere haber tenido una
infancia y una adolescencia sanas en lo afectivo. Esa armonía tiene un fondo
contradictorio, razón por la que es frecuente que una mujer haya pasado
periodos de su vida muy enfocada en la faceta erótica y otros momentos
donde predomine una concepción más maternal.
Durante muchos años el componente placentero de la sexualidad estuvo
mal visto. La mujer tenía un deber para con el marido. Era la dadora de vida
y el orgasmo, si llegaba ella, era más un accidente o una sorpresa que algo
consciente y buscado. Hoy, en esta sociedad tan influida por la pornografía y
lo erótico, la parte sexual se ha desarrollado quizá en exceso, negando y
ofuscando en muchas ocasiones la parte maternal. Me gusta orientar y ayudar
a las mujeres a entender cómo se desarrollan estas dos facetas en su vida.