Page 23 - Llegada de los Hnos a Jinotega, Nicaragua FINAL
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Correspondiendo a la galante invitación del Hno. Director, numerosos grupos de señoras
                       y caballeros recorrían los amplios salones del colegio, escapándose de todos los pechos
                       exclamaciones de sorpresa y admiración por la inmejorable disposición de las aulas, los
                       hermosos cuan instructivos mapas murales dibujados, con precisión matemática, por los
                       Hermanos Profesores.


                       Cada grado ostenta en el puesto de honor nuestro emblema nacional, testigo mudo, pero
                       elocuente del tesón con que los Reverendos Hermanos tratan de inflamar en los tiernos
                       corazones  de sus educandos el sagrado fuego del amor patrio.


                       El mobiliario nuevo y de una solidez a toda prueba es adaptado a las necesidades de la
                       pedagogía moderna y al cuerpo del niño, al revés de muchas de nuestras escuelas, donde el
                       cuerpo del niño tiene que adaptarse a la deformidad del asiento.


                       El hermoso patio cubierto de una espesa capa de arena gruesa  y un ligero declive para
                       el escurrimiento de las aguas, se presta maravillosamente para los ejercicios gimnásticos
                       iniciados  por los Reverendos Hermanos, que a la par de la educación intelectual, no
                       descuidan el desarrollo físico de nuestra interesante juventud.


                       No conocemos el lema de la admirable sociedad de los Hermanos Cristianos, pero
                       no andaremos muy  apartados al  suponer que  puede resumirse en  este sencillo  mote:
                       Abnegación.


                       Nos despedimos del distinguido Hermano Director con un cordial apretón de manos, y al
                       hacerle presente nuestra intención de comunicar a la prensa la crónica de tan hermosa fiesta,
                       se dibujó en sus labios una sonrisa indicadora de que habíamos herido su modestia; pero
                       no nos juzgamos dispensados del sagrado deber de hacer público nuestro agradecimiento
                       por los desvelos de los Reverendos Hermanos, que en tan poco tiempo supieron captar los
                       corazones y los afectos de todos los padres de familia.


                       No dudamos que estas noticias del Septentrión sean del agrado de los apreciables lectores
                       del Heraldo, ruégole, señor director, insertar las presentes líneas, quedando de usted atto.
                       y s.s.

                       Un amigo de la Instrucción


                       Noviembre 22 de 1920”










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