Page 133 - libro Antología cuentos 2020 La Balandra.indd
P. 133
dos se contagiaban.
Al morir mamá, como bien sabe usted, no nos quitaron la finca,
gracias a Dios. Mamá siempre dijo que mientras estuviéramos ahí, jamás
nos faltaría nada. Pero nos quedamos solas. Los trabajadores que perma-
necieron después de que muriera mi padre se fueron apenados días antes
de que mamá muriera. Tenían miedo. No tuvimos más que resignarnos,
cumpliendo uno a uno los actos para andar por la vida. La propiedad es
muy grande, con buena tierra y espacio para andar a caballo. Antes nos
ofrecían mucho dinero, pero nunca quisimos venderla. Ni la bruja de la tía
Imelda, que siempre la había deseado, se acercó tras la muerte de mamá.
Cuando platicamos con gente del pueblo, procuramos mencionar
algún fenómeno sobrenatural en la finca. Planeamos qué decir para que
nuestras historias concuerden. Ha funcionado. Nadie quiere vivir en un
lugar donde pasan cosas raras. Creen que está maldito.
Todo fue idea de mamá. No la culpe, por favor. Sabemos que mentir
es un pecado, pero temía que alguien se aprovechara y nos dejara en la
calle. Nos instruyó sobre lo que teníamos que decir acerca de su muerte y
cómo debíamos actuar con los demás.
Lo que sucedió en realidad fue que mamá agarró un resfriado tras
una tormenta. Nunca se recuperó y jamás fue con el doctor Hilario ni
tomó medicamentos. Decía que no había cura y no quiso que nadie sospe-
135