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Hundo la caña de bambú en la batea y remuevo las telas en el fondo

              índigo del agua. En cada lugar anudado, donde el hilo presiona el tejido,

              evita que la seda absorba el tinte. Así, es justamente lo que se ha bloquea-

              do, donde se impide el paso del agua, lo que forma dibujos en el lienzo.

                    “Pero tan importantes como los nudos, Kanuki, son los dobleces

              que hagas en la prenda”, me explicó mi madre. “De ellos depende que tu

              diseño sea un patrón que se repita en una trama, que aparecerá sobre el

              fondo oscuro, misteriosa y clara”.

                    Allí en donde la cascada se aquieta y forma un remanso en un esca-

              lón de la ladera, los brotes de helecho se miran en el agua.

                    Sólo resta esperar. Para que el color sea más intenso dejaré que la

              seda, sumergida en la tintura, repose durante toda la noche.

                    Kusakabe dice que los pasos del teñido se asemejan al proceso de

              revelado de una fotografía. Él me lo ha explicado: también sumerge las

              placas en el agua, y luego las cuelga de un cordel con pinzas de madera

              para que escurran, mientras aguarda que se muestren las imágenes.

                    Ojalá estuviera aquí, Kusakabe, mañana, cuando retire los kimonos

              del agua y los extienda para ver las figuras que se forman.




                                         Kusakabe Kimbei

                                            Fotografía

                                     vuelve al paso del tiempo



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