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tres veces sobre el agua antes de hundirse. En la superficie del río, solo

              una cosa escapaba a la onda expansiva de círculos concéntricos: la piedra

              que se hundía.

                    Esa vez dije:

                    —Kusakabe, debes pedir mi mano antes de que mi padre me entre-

              gue a algún campesino.

                    Me miró y se echó a reír, como si hubiese hecho una broma. Luego

              se levantó y se puso a buscar huevos de patos en la orilla.

                    Mi madre preguntó de dónde venía. Traía las sandalias sucias de

              lodo. Saqué de la bolsa los huevecillos y los dejé sobre la mesa.





                                       Piedra que se hunde
                                         Sola en la noche,


                                      ¿con quién hablo ahora
                                           bajo la forma


                                       de tu mirada? Tengo
                                      miedo. Dame la mano.





                    Para celebrar la unión de las dos familias, el señor Tatsuo mandó

              preparar una gran comida para comienzos del verano. Su hija marchará

              con Dashima a vivir en la ciudad, en las proximidades del palacio.

                    Envío cartas a Kusakabe que el mensajero me devuelve después de


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