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hambre, y además era el encargado de ir por las

               tortillas.

               La señora sacó nuevamente su billete,--ahora si podrás
               llevártelo-- No. Señora, apenas he armado  223 cajas,

               aún me faltan 277 para poder aceptarlo.

               ¡Condenado muchacho!  Esta bien, te esperó en la

               tarde.

               Pero estos chocolates  ¿si los puedes aceptar?  Claro

               que sí, sonriente y satisfecho corrí rumbo a la

               tortillería, donde ya me imaginaba el tremendo taco de
               salsa de chile pasilla que me aguardaba con ansia.

               Esa tarde no llegué a las 500 cajas, pero al siguiente

               día temprano complete mi tarea y así fue como gané,

               con mi esfuerzo, los primeros cinco pesos que le

               entregué a mi mamá feliz, ella lloró mucho y me dijo:

               Solo puedo aceptar la mitad y me regreso 2.50, me

               besó y me dijo estas palabras proféticas:  Hijo de mi
               alma, jamás te faltará nada y Dios te socorrerá para

               que puedas ayudar a  mucha gente, quien te conozca

               jamás te olvidará.

               Trabajé todas mis vacaciones, gané mucho dinero, la

               mitad para mi mamá. Un año después, nació el

               primogénito de la señora  Katie,  lo bautizó con el

               nombre de  Guillermo. Su fábrica se llama ahora

               “Fábrica de chicles y chocolates Billy”.
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