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modesto letrero sobre la puerta ESCUELA PRIMARIA
NO 483 MANUEL CERVANTES IMAZ, azul con
letras y números blancos resaltaban. Todo se veía mejor
ese día, subió los siete escalones y apareció el gran patio
jardín, tomo por el camino que conducía a la higuera,
en la cual colgaba un pedazo de riel que hacia las veces
de campana, Cruz el conserje, hombre corpulento,
moreno, enérgico, pero su mirada y su manera de ser era
la de una buena persona. Frente a la higuera había una
solemne escalera de 18 escalones, en la que muchas
veces durante los seis años que permanecí allí, fui
castigado por la variedad de travesuras que solía
cometer.
La directora, la señorita Elena Falcón, mujer de un
fuerte carácter, gran cultura, dedicación y espíritu
indomable, de vestimenta sobria, gris o negra, zapatos
de tacón bajo, lentes redondos pequeños, unos ojos
negros penetrantes, manos pequeñas, uñas cortas, no
usaba anillos ni pulseras, como todos los lunes se
encontraba en el centro de la escalera. Con una seña,
Cruz tocaba la campana, o sea el riel, y en ese preciso
momento las filas de alumnos vestidos de blanco y los
maestros deberían estar listos, si alguien por cualquier
motivo, llegaba tarde, seria castigado severamente.
Grupo por grupo, y persona por persona, iba desfilando
ante la mirada escudriñadora de la directora, se les
revisaban orejas, manos, uñas, calzado, botones,
limpieza, ropa, etc., y separaban a los infractores.