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tieso, Después de un buen rato me senté y descubrí ante

               mi a un grupo de  39 niñas que me miraban

               sorprendidas.
               La clase empezó, las dulce, clara y segura  voz de la

               maestra se escuchaba, pasaron los días, mi vida cambio

               por completo, todo el mundo se reía de mi, varias

               ocasiones tuve que pelear para defender mi dignidad. El

               maestro Braulio Barcenas del sexto año me ayudo

               mucho, el acostumbraba tener en su salón colgados en

               un rincón, dos pares de guantes de box, con el objeto de
               arreglar diferencias, y así si alguien molestaba o te caía

               mal, tomabas los guantes y buscabas al que te ofendía, y

               delante de varios niños se los entregabas, el maestro

               Braulio ayudaba a realizar el duelo, y después de 3 o 4

               minutos, y  uno  o dos ojos morados, el problema se

               solucionaba. Durante ese año yo entregue los guantes

               once veces.
               Las cosas mejoraron en la segunda semana, ya perdida

               la sorpresa y el pánico escénico, pude ver con agrado

               que frente a mi exactamente se encontraban un par de

               niñas preciosas,  Silvia  Argumedo y Enriqueta Cristo,

               Silvia era la mas hermosa, morena, de pelo castaño muy

               largo, ojos como almendras, una boca pequeñita, nariz

               perfecta, unos hermosos dientes blancos como perlas,

               sus manos delicadas, con sus deditos finos y alargados,

               su vestido, tobilleras y zapatos de muy buena calidad, y
               como si fuera poco, la numero uno en su grupo, era muy

               inteligente.
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