Page 31 - LA ODISEA DE LEAH
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La Odisea de Leah

         se calla cuando Ulises hace sonar cuernos muy ruidosos y des-
         agradables y menea los brazos desde la quilla del barco como si
         estuviera dirigiendo el tráfico marítimo. Tres de sus barcos ade-
         lantan la nave que lleva a Leah y enfilan el camino «recto» cuando
         un viento huracanado sopla con fuerza hercúlea y forma remo-
         linos a lo largo del trayecto que siguen los barcos. Un tentáculo
         colosal surge de las profundidades y se enrosca en el palo mayor
         del primer barco, que reduce considerablemente su velocidad. Un
         remolino más se forma cerca y entonces algo muy grande embiste
         contra el casco de madera del segundo barco, que cruje y se desvía
         hacia la izquierda, cortando el camino al tercer barco que colisio-
         na con gran estruendo contra él.
         Todos los marineros se mesan los cabellos y alguno se los arranca
         con gritos de dolor, pero Ulises solo mira a Leah con media son-
         risa en los labios. Entonces da la orden de avanzar y solo el barco
         de Ulises seguido de los únicos cuatro que le quedan a la flota que
         salió de Ítaca pasan entre los dos monstruos que parecen muy
         entretenidos masticando madera y marineros a partes iguales.
         —¿No les ayudas? —inquiere Leah, molesta.


         —¿Cómo? Son monstruos contra los que el hombre no puede
         luchar. El destino es inexorable, cuando te alcanza, te alcanza.
         —Podías haber enviado primero tu nave —dice Leah imitando la
         voz de Ulises.


         —Entonces estaríamos muertos. Y la historia que dices habría aca-
         bado. Mira, yo no quería ir a la guerra, pero me obligaron. Ahora
         quiero volver a mi patria: y no me dejan. A menudo en la vida
         tomamos decisiones que no nos gustan, pero es la única forma de
         seguir adelante, admitir que no controlamos casi nada de lo que
         nos toca vivir.

         —¡Pero qué tontería! ¡Claro que controlamos! ¡Yo controlo! ¡Tú
         controlas! ¡Él controla! —dice Leah señalando al timonel—. Solo
         hay que estar convencido de ello.
         —¿En serio? —pregunta jocoso—. La distancia de Ítaca a Troya es
         exactamente de un mes y medio de navegación con cierta ayuda

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