Page 27 - LA ODISEA DE LEAH
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La Odisea de Leah

         pueda oler al capitán. De pronto Leah se queda mirando fijamente
         al hombre que la observa boquiabierto y parece caer en algo. Se da
         un manotazo en la frente, como cuando Arquímedes caía en algo
         importante, y grita:


         —¡Te ha llamado Ulises! ¿Eres Ulises de Ítaca, el que llaman Odi-
         seo?

         —Así es, Oudeis me llamo. ¿Y tú por qué me conoces, pequeña?


         —Si todo el mundo te conoce. No hay nadie en la Zarza Tostada
         que no sepa quién eres. Sales en los libros de Homero.

         —¿En los qué? ¿Homero? ¿Pero tú de qué hablas, pequeña bruja?
         Ulises parece estar reconsiderando lo de tirarla al agua, y Leah
         habla con nerviosismo.

         —Sí, sí… escucha. Un libro que habla de la guerra de Troya y
         cuenta que tú ganaste la guerra con la treta del caballo. ¡Por eso te
         llaman «fecundo en ardides»!


         Toda la tripulación reacciona como un solo hombre. Las carcaja-
         das se podrían oír ahora mismo en el monte Olimpo, pero Ulises
         no ríe demasiado; es más, a pesar de lo morenito que está se ha
         puesto bastante rojo, un rojo cangrejo de río, tú me entiendes.


         —¿Pero quién va contando esas chorradas? —gimotea Ulises—.
         Ganamos la guerra porque se rindieron por hambre y aburrimien-
         to.


         Leah se queda pensando.

         —Claaaarooo… Ya me parecía a mí. ¿Cómo iban a ser tan tontos
         los troyanos para dejar entrar un caballo lleno de guerreros grie-
         gos.


         —¿Y quién es ese Homero? Un dorio, por el nombre. Y un men-

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