Page 28 - LA ODISEA DE LEAH
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La Odisea de Leah

         -tiroso. La guerra no es cosa de broma. Partí con más de cincuenta
         barcos y solo me quedan siete. Poseidón está molesto y ha hecho
         naufragar varios. El resto los perdimos en el país de los Lestrigo-
         nes.


         —Pues es que nadie sabe quién es. Dice que tú le arreaste una
         trompada a Tersites cuando se quejó de la guerra.

         Ulises se encrespa como un león furioso.


         —¡No, señor! ¡No, señor! ¡Como me tope con ese Homero, le voy a
         dar para el pelo!

         Ulises se agacha para poner su cara a la altura de la de Leah y dice
         muy suavecito, como si fuera una mentira muy gorda que no quie-
         re que oigan los demás:

         —Solo le di un puntapié, nada más, porque era un agitador peli-
         groso. ¡Menudo elemento! Si el Homero ese quiere quejarse, que
         se queje de Aquiles, que lo ensartó como si fuera un cerdo. Pero
         claro, al señorito Aquiles no le critica nadie, porque se cabrea muy
         a menudo. Se cabreaba.

         —Pero que se queje un señor no es como para pegarle una patada,
         ¿no? No parece muy democrático…
         Otra vez el viento esparce las palabras de Leah que llegan a los
         marineros y rompen a reír como las olas descontroladas durante
         un tifón.


         —¿Gobierno del pueblo? —truena Ulises agarrándose el estómago
         para que las carcajadas no se le escapen muy lejos—. Los hombres
         no conocen más gobierno que el de su rey; y los reyes solo doblan
         la cerviz ante el gran rey. Y este ante Zeus. Aquí no tenemos eso
         que tú llamas «democracia».
         Leah se rasca la cabeza, contrariada.


         —Y oye… ¿cómo era esa Helena de Troya? ¿De verdad era tan

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