Page 24 - LA ODISEA DE LEAH
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La Odisea de Leah

         —¿Qué hago? ¿Lo cojo?
         Leah se da cuenta de que está hablando sola y recuerda por un
         momento todas las advertencias de papá y mamá sobre este parti-
         cular y otros particulares (en particular):


         1. Si un extraño te ofrece una naranja, cógela, a menos que tengas
         hambre, en cuyo caso pídele medio pollo frito con guarnición de
         patatas.


         2. Si llaman a casa un día y no están tus padres, no abras: con toda
         seguridad son cobradores y a nadie le gusta pagar recibos. Leah  ya
         sabe que le descontarán cada recibo de la luz que decida pagar por
         decisión propia de su paga semanal (le dan una paga).


         3. Estar en una biblioteca mágica es extraño, pero abrir un libro
         mágico que se mueve solo, una locura. No obstante, si no tienes
         nada mejor que hacer… también puedes hurgarte en la nariz.
         Despeja bastante.


         4. Si un día, dentro de muchos años, el destino del mundo depen-
         de de ti, recuerda siempre lo más importante: lo que salvará el
         planeta de la destrucción es, sin duda alguna…

         El libro establece un vínculo energético con Leah, que siente cómo
         unos impulsos de energía (como tentáculos, puaagggh) anillan
         su cuerpo y lo hacen encoger, hasta el tamaño de la silla primero,
         después se ve tan pequeña como el libro. Teme caer al suelo, pero
         está mágicamente suspendida entre la silla que parece ahora un
         trono gigante y el libro abierto. Ya es del tamaño de las letras capi-
         tulares y los anillos le llevan hacia ellas. Teme que el pico de una
         ‘L’ del título se le incruste en un ojo, pero cuando llega a la letra
         hiperdesarrollada se pierde en la tinta de su asta.
         Coge con una mano el rabito de la ‘L’ y se desplaza hacia la letra
         que le sigue, la ‘A’. Aprieta las piernas alrededor del asta y descien-
         de como si fuera un tobogán gigante. Por lo menos es divertido, se
         dice Leah. . El trasero de Leah golpea sordamente con el remate de
         la ‘A’. Leah se frota con furia, pero se le pasa pronto porque antes

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