Page 19 - LA ODISEA DE LEAH
P. 19
La Odisea de Leah
Y Ali Bey cuenta que te cuenta cómo en su tierra natal se desholli-
naban gatos a millares en una sola noche, pero con poco oficio: los
pobres gatos se aficionaron al hollín cuando la comida para gato se
hizo, bueno, incomible para un gato. Se engancharon al hollín y ya
no hubo forma de sacarlos de las chimeneas y las calles estuvieron
muy tristes sin gatos. Su padre fue uno de los principales reforma-
dores de la ley de gatos deshollinados.
—Pero oye, ¿tú no eres de Iraq? Allí hace mucho calor como para
encender chimeneas, ¿no?
Ali Bey sonríe conmiserativo a la bibliotecaria, que no parece
enterarse de nada, y empieza a contar cómo una invasión de sapos
corredores dejó sin trabajo a muchos leñadores de su tierra natal,
porque los sapos eran hiperactivos y necesitaban talar lo que fuera
para dejar de correr: por supuesto los empresarios de la leña vie-
ron una ventaja en esto, ya que los sapos trabajarían mucho más
rápido y barato que los leñadores.
—¿Y qué pasó? —ríe abiertamente la mujer de la biblioteca.
—Que se engancharon al hollín también, como los gatos.
—¿Los leñadores también? Caramba.
—No, los leñadores no toleraban bien el hollín, solo los sapos.
Pero esta tarde la bibliotecaria solo tiene ojos para Leah; ha visto a
Leah muy distinta de como la ha visto otras tardes. No parece ella,
gira el cuello a un lado y a otro sin interesarse realmente por nada
y cuando ha tirado por tercera vez una colección de libros para
niños al suelo (muy limpio, en Epistemes estas cosas de la higiene
se respetan), la bibliotecaria le hace venir. Con esa sonrisa que
desarmaría un muro de hormigón armado, pregunta:
—¿En qué puedo ayudarte?
-19-