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Rococó, clasicismo y romanticismo
en una conformación estricta a rígidas normas; su aspiración a la
simplicidad y la economía, en coerción y subordinación, y su sana
lógica, en un indiferente inteiectualismo. En el clasicismo griego
o en el de Giotto, la fidelidad a la naturaleza no es entendida nun
ca como incompatible con la concentración formal; sólo en el arte
de la aristocracia cortesana la forma se impone a expensas de la na
turalidad, y sólo en él se la concibe como una limitación y una ba
rrera. Pero el clasicismo en sí representa tan escasamente una ten
dencia expansiva y naturalista como un estilo típicamente
burgués l34, aunque frecuentemente comienza siendo un movi
miento burgués y desarrolla sus principios formales orientándolos
hacia la naturalidad. En cualquier caso, sobrepasa los límites tanto
de la concepción artística burguesa como los de los presupuestos
del naturalismo. El arte de Racine y de Claudio de Lorena es clasi-
cista sin ser burgués ni naturalista.
La historia del arte moderno está señalada por el progreso con
secuente y casi ininterrumpido del naturalismo; las corrientes rigu
rosamente formales surgen en pocas ocasiones y son de escasa dura
ción, aunque están presentes de manera subterránea en toda la
evolución. La alianza sin contradicciones del naturalismo con la for
ma clásica en la obra de Giotto se disuelve ya en el Trecento, y el arte
esencialmente burgués de los dos siglos siguientes desarrolla el na
turalismo a expensas de la forma. El pleno Renacimiento vuelve de
nuevo su atención a los principios de la forma, pero ya no conside
ra la composición, al igual que antaño Giotto, como un instrumen
to de clarificación y simplificación, sino, de acuerdo con su filiación
aristocrática, como un vehículo para la exaltación e idealización de
la realidad. Sin embargo, el arte del pleno Renacimiento no es en
modo alguno antinaturalista; es, simplemente, más pobre en deta
lles naturalistas y menos concentrado en la diferenciación del mate
rial empírico que el arte del período precedente, pero no es en ab-
' soluto menos verdadero ni exacto. El manierismo, por el contrario,
que corresponde en su mentalidad a un progreso ulterior del proce
534 Por ejemplo, Wilheim Hausenstein, Der nackte Menscb, 1913, pág. 151, y F.
Antal, Reflectiom on Classicism and Romanticism. en «Burlington Magazine», 1935, vol.
66, pág. 161.
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