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Rococó,  clasicismo y  romanticismo







         critor  más  que  elevarle  por  encima del  nivel  meramente  artesa­


         no de  su  destreza.



                   Sólo en el siglo XVIII, cuando, por una parte, la burguesía in­


         tensifica su conciencia de clase, y, por otra, el  rabioso subjetivismo


         del  «genio  original»  y  su  repulsa  de  toda  regla  y  todo  lazo  co­



         mienzan a  ejercer su  influencia como  una excrecencia de la eman­


         cipación  burguesa y  una  especie  de  competencia desalmada,  pare­


         ce  necesario  recordar el  origen  burgués  y artesano de  su profesión.


         Ya no se necesitaba encarecer la elevada categoría de un poeta, y era



         más  urgente preservar a los escritores de los desmanes del diletan­


         tismo  y  la charlatanería.  El  porte  y  la actitud  de  «genio»  eran  un


         recurso para la competencia en la lucha por la existencia del escri­



         tor en  la época de  su  emancipación;  ias protestas  contra el  uso  de


         tales  recursos  comenzaron  a  oírse  cuando  ya  no  eran  necesarios.


         Atreverse a ser  «genial»  era un síntoma de que se  había alcanzado



         la independencia; no querer y no deber ser ya «genial» era signo de


         que  se  había llegado a una situación  en  la que la libertad artística


         era cosa  completamente  natural.  La  conciencia  de  sí  mismo  en  el



         respetable  burgués  y  en  el  artista  reconocido  es  ya  tan  fuerte  en


         Goethe que busca evitar tanto en su arte como en su conducta todo


         lo extravagante,  y siente una aversión particular por lo que no está


         bien hecho y  lo que no es sólido, por la tendencia a lo caótico y lo



         patológico,  rasgos  que  hasta cierto  punto  son propios  del  carácter


         de los artistas m . Con ello anticipa una característica del siglo XIX


         y del artista moderno que consigue el triunfo, el cual reacciona con



         exagerada precaución contra el desarreglo del bohemio y adopta un


         modo de vida entera y normalmente burgués, casi de pequeñobur-


         gués,  por temor de parecer  indigno de confianza.


                   El  ideal artístico del clasicismo alemán, de acuerdo con la re­



         pulsa  de  las  clases  dominantes  contra  todo  lo  caprichoso  y  anár­


         quico,  adopta  una  tendencia  innegable  a  lo  típico  y  lo  general­


         mente  válido,  a  lo  regular  y  normativo,  lo  permanente  y  lo



         atemporal.  En  contraste  con  el Sturm und Drang,  concibe  la forma


         como  la expresión de  la esencialidad y la idea misma de  la obra,  y







                   l>1  Cf,  G.  Keferstein, op.  cit.,  págs.  174-175.





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