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Rococó, clasicismo  y  romanticismo







      concepción  completamente  arreligiosa,  aunque  tal  vez  no  fuese



      exactamente  irreligiosa, que Goethe  tenía del  mundo.  Pues,  a  pe­


      sar de su idealismo  «fáustico»,  de su esteticismo aristocrático y de



      s u    veneración  fanáticamente  conservadora  por  el  orden,  era  uno


      de los más acérrimos representantes de la ilustración en Alemania,


       y  si  no  se  le  puede  llamar  en  modo  alguno  seco  racionalista,  hay


      que ver en él  al enemigo  irreconciliable de todo oscurantismo y al


       luchador  apasionado  contra  toda  nebulosidad  y  codo  misticismo,



      contra  toda  fuerza reaccionaria y  retardataria.  A pesar de  su  cone­


       xión  con  el  Sturm und Drang,  sentía  una profunda  aversión  a  todo


       romanticismo, a toda supresión atolondrada de la razón, y una sim­



       patía  igualmente  profunda  por el  realismo sólido,  por  la  discipli­


       na,  la estimación  moral del  trabajo y  la  tolerancia de  la burguesía.


       La impetuosidad revolucionaria de la época de  Werther,  su encendi­



       da  protesta  contra  el  orden  social  predominante  y  la  moral  con­


       vencional, se han calmado al  correr de  los años,  pero Goethe sigue


       siendo enemigo de toda opresión y  combate toda injusticia que se



       dirija contra  la burguesía como comunidad  de vida  intelectual.  El


       auténtico valor de  esta comunidad  no  lo  ha  reconocido  hasta  más


       tarde,  y  sólo  en  Wilhelm  Meister lo  ha  estimado.  No  hace  falta  si­


       lenciar o  negar en absoluto  la inclinación  intelectualmente aristo­



       crática  de  Goethe  y  sus  ambiciones  cortesanas,  su  olímpico  ego­


       centrismo y su  indiferencia política,  e  incluso su  comprometedora


       frase  «antes  la  injusticia  que  el  desorden».  A  pesar de  todo,  Goe­



       the  sigue  siendo  un  hombre  de  libertad  y  de  progreso,  y  no  sólo


       como  escritor  y  poeta,  al  que  han  llevado  a ese  punto  el  realismo


       de su arte y su ins Reale verliebte Beschrdnktheit,  su  «limitación ena­


       morada de lo real».  Hay muchas maneras distintas de luchar por el



       progreso y contra la reacción.  Unos  odian  al papa y  a los  párrocos,


       otros a los príncipes y a sus vasallos, otros a los explotadores y opre­


       sores del pueblo, pero hay también otros  que sienten lo que signi­



       fica la reacción  de modo más agudo en la obnubilación  deliberada


       de  la mente  del  hombre y en  las  trabas  puestas  a  la verdad,  y  que


       reconocen  de  la  manera  más  sensible  en  toda  injusticia  social  un


       «pecado contra el espíritu»; éstos, cuando propugnan la libertad de



       conciencia,  de  pensamiento  y  de  palabra,  luchan  por  la  libertad,






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