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Rococó, clasicismo y  romanticismo







                   lado, como  la auténtica portadora de  la cultura 1¿3.  El  ideal educa-



                   nvo de Goethe, sobre  todo, sólo encuentra realización en  la cultu­


                   ra de la sociedad, y la capacidad de acoplamiento de una aportación


                   individual al orden de  la vida burguesa se convierte para él en cri-


                   icrio  del  valor  de  esta  aportación.  Este  es  cabalmente  el  concepto



                   de la cultura de  una clase de literatos  que ha alcanzado ya el éxito


                   y  la  consideración  social,  que  está  contenta  con  sus  laureles  y  no


                   siente  ya  ninguna  clase  de  resentimiento  contra  la  sociedad.  Este



                   éxito  no  significa,  sin  embargo,  en  modo  alguno  que  los  clásicos


                   alemanes se hayan vuelto populares en ningún momento; sus obras


                   no han penetrado  nunca tan profundamente en el pueblo como  las


                   creaciones clásicas  de la  literatura francesa e  inglesa.



                             Y Goethe era el poeta menos popular de todos. Su fama se ex­


                   tendió durante su vida solamente a un limitado estrato culto, e in­


                   cluso  después  de su  muerte  sus  escritos  no  fueron  leídos  más  que



                   por la  intelectualidad.  Goethe se lamenta  repetidamente  de  su so­


                   ledad,  a pesar de que era,  como dice Schiiler,  «el  más comunicati­


                   vo  de  los  hombres»,  y  suspiraba  por  simpatía,  comprensión  e  in­


                   fluencia sobre  los demás. La mayoría de las cartas conservadas y de



                   tas  conversaciones  recogidas  muestran  cuánto significaban  para  él


                   la comunicación intelectual, el  intercambio de ideas y el desarrollo


                   en común de éstas. Goethe era completamente consciente de su fal­



                   ta de  influencia,  y atribuyó no sólo el carácter de  la literatura ale­


                   mana en general,  sino  también  el  de sus propios escritos, a la falta


                   de  un  intercambio  social  en  la vida  intelectual  alemana.  La  épo­



                   ca  de  su  verdadera  popularidad  fue  su  juventud,  cuando  publicó


                   Goetz y  Werther.  Después de su  traslado a Weimar y  del  comienzo


                   de  su  actividad  oficial  desapareció en  cierto  modo  de  la vida  lite­



                   raria  124.  En  Weimar,  su público  estaba compuesto por  una  media


                   docena  de  personas  -el  duque,  las  dos  duquesas,  la  señora  Von


                   Stein,  Knebel  y  Wieland-,  a  las  que  él  leía  sus  nuevas  obras,  no


                   precisamente  numerosas  ni  extensas;  es  decir,  capítulos  aislados  y



                   fragmentos  de  sus  obras.  No  podemos  imaginarnos  que  tampoco





                             123 H.  A.  Korff, Die m íe Generation cUy Goethezeit,  en  «Zeitschr. f.  Deutschkunde»,

                   1928,  vol,  42,  pág.  641.

                             m   Viktor  H ehn, Gedanken über Goeth»,  1887, pág.  65.






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