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Historia social de la literatura y el arte
un sistema de planificación universal y en plena lucha por la mera
existencia, el arte no puede ser abandonado a que se procure su pro
pia salvación. Pero la reglamentación del arte no carece de peligros,
incluso desde el punto de vista de su fin inmediato: en el proceso
tiene que perder mucho de su valor como instrumento de propa
ganda.
Es ciertamente exacto que el arte ha producido muchas de sus
mayores creaciones bajo la imposición y el dictado, y que tuvo que
conformarse a las exigencias de un implacable despotismo en el an
tiguo Oriente y a las peticiones de una cultura rígidamente autori
taria en la Edad Media. Pero incluso la coerción y la censura tienen
diferente significación y efecto en los distintos períodos de la his
toria. La principal diferencia entre la situación de hoy y la de las
épocas anteriores es que nos encontramos en un momento después
de la Revolución francesa y del liberalismo del siglo XIX, y que
toda idea que pensamos, todo impulso que sentimos, está empapa
do de este liberalismo. Se podrá argüir muy bien que también el
cristianismo tuvo que destruir una civilización muy adelantada y
relativamente liberal, y que el arte medieval surgió de muy mo
destos comienzos; pero no hay que olvidar, sin embargo, que el arte
cristiano primitivo tuvo, en realidad, un arranque completamente
nuevo, mientras que el arte actual parte de un estilo que estaba his
tóricamente ya altamente desarrollado, aunque se encuentre muy
alejado temporalmente de nosotros. Pero incluso si se estuviera dis
puesto a aceptar que los sacrificios exigidos son el precio de un nue
vo «goticismo», no hay ninguna garantía de que este «goticismo»
no se convirtiera otra vez, como en la Edad Media, en posesión ex
clusiva de una minoría cultural relativamente pequeña.
El problema no es limitar el arte al horizonte actual de las
grandes masas, sino extender el horizonte de las masas tanto como
sea posible. El camino para llegar a una verdadera apreciación del
.arte pasa a través de la educación. No la simplificación violenta
del arte, sino la educación de la capacidad de juicio estético es el
medio por el cual podrá impedirse la constante monopolización del
arte por una pequeña minoría. Aquí también, como en todo el
campo de la política cultural, la gran dificultad es que toda inte-
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