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Bajo el  signo del  cine







                                  Esta tendencia a los hechos, a lo auténtico -al  «documento»-,


                        evidencia  no sólo  la intensificada hambre de  realidad  que caracte­



                        riza a  la  época presente,  su deseo  de estar bien  informada sobre  el


                        mundo, con un ulterior móvil activista, sino también la repugnan­


                        cia  a aceptar  las  finalidades  artísticas  del  siglo  pasado,  que  se  ex­



                        presa en  la huida del argumento y del héroe  individual,  psicológi­


                        camente  diferenciado.  Esta  tendencia,  que  está  ligada,  en  la


                        película  documental,  con  una  eliminación  del  actor  profesional,


                        significa  también  no sólo  el deseo,  siempre  recurrente  en  la histo­



                        ria del arte, de mostrar la simple realidad, la verdad sin afeites,  los


                        hechos sin adulterar, esto es, la vida  «como realmente es», sino fre­


                        cuentemente  una  renuncia  al  arte  al  mismo  tiempo.  En  nuestra



                        edad,  el prestigio de la estética está siendo minado de muchas ma­


                        neras.  La película documental,  la fotografía,  las  noticias en los pe­


                        riódicos, la novela-reportaje ya no son arte, en absoluto, en el anti­


                        guo  sentido.  Además,  los  más  inteligentes  y  mejor  dotados



                        representantes  de  estos  géneros  no  insisten,  en  modo  alguno,  en


                        que sus producciones hayan  de ser descritas  como  «obras de arte»;


                        más  bien  sostienen  la  opinión  de  que  el  arte  ha  sido  siempre  un



                        subproducto,  habiendo surgido al  servicio  de  una  finalidad  condi­


                        cionada ideológicamente.


                                   En  la  Rusia  soviética  el  arte  es  considerado  completamente


                        como  medio para  un  fin.  Este  utilitarismo está,  desde  luego,  con­



                        dicionado,  sobre  todo,  por la necesidad  de poner  todos  los medios


                        disponibles al servicio de la propaganda comunista y de exterminar


                        el esteticismo de la cultura burguesa, que con su «arte por el arte»,



                        su actitud contemplativa y quietista ante la vida, según allí se dice,


                        implica el mayor peligro posible para la revolución social. Es la se­


                        guridad  de  este peligro  lo  que hace imposible para los  arquitectos


                        de la política cultural bolchevique hacer justicia al desarrollo artís­



                        tico de los últimos cien años, siendo la denegación histórica de este


                        desarrollo lo que vuelve sus opiniones sobre el  arte tan pasadas  de


                        moda.  Preferirían hacer retroceder la situación histórica del  arte al



                        nivel de la Monarquía de Julio.  Y no es sólo en la novela donde tie­


                         nen presente el realismo de mediados del siglo pasado;  en  otras ar­


                        tes, particularmente en pintura, estimulan la misma tendencia.  En







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