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Historia social  de  la literatura y  el  arte








        pre  se  ha  sentido  amenazada  desde  arriba  y  desde  abajo,  pero  ha


        preferido  abandonar  sus  verdaderos  intereses  antes  que  sus  espe­


        ranzas  y  supuestas  perspectivas.  Ha  pedido  ser  considerada  como


        parre  de  la  alta  burguesía,  aunque  en  realidad  ha  compartido  el



        destino de  la clase inferior.  Pero sin una posición social delimitada


        y clara no es posible una conciencia consecuente y una visión cohe­


        rente de  la vida,  y el productor cinematográfico ha tenido  la habi­



        lidad  de  confiarse  con  toda  seguridad  a  la desorientación  de  estos


        elementos  desarraigados  de  ia  sociedad.  La  actitud  pequeñobur-


        guesa ante  la vida se tipifica por un optimismo sin  ideas y sin crí­


        ticas.  Cree  que en  último  término  no  tienen  importancia las  dife­



        rencias  sociales y, de acuerdo con esto,  necesita ver películas en las


        que la gente pase, sencillamente, de un estrato social a otro.  A esta


        clase media el cine le proporciona el cumplimiento del romanticis­



        mo social que la vida nunca comprueba y que las bibliotecas jamás


        realizan de manera tan  seductora como el cine con su ilusionismo.


         «Cada  uno es  el  arquitecto  de  su propia fortuna»,  tal  es  su supre­


        ma creencia,  y  la ascensión  es  el motivo  básico de  las  fantasías del



        deseo  que  la atraen  al  cine.  Will  Hays,  el  que fue antaño  «zar del


        cine», estaba bien seguro de esto cuando incluyó en sus orientacio­


        nes  para  la industria estadounidense  de cine  1a consigna de  «mos­



        trar la vida de las  clases superiores».


                   El desarrollo de la fotografía con movimiento en el cine, como


        arte, dependió de dos hazañas:  la invención del primer plano -atri­



        buida al director estadounidense  D.  W.  Griffkh—y  un  nuevo  mé­


        todo de  interpolación,  descubierto por  ios  rusos,  el  llamado  mon­


        taje.  Los  rusos,  desde  luego,  no  inventaron  la  frecuente


        interrupción de la continuidad de la escena; los estadounidenses ya



        habían tenido a su disposición estos medios de producir atmósferas


        excitadas o aceleraciones dramáticas; pero el nuevo factor en el mé­


        todo  ruso  fue  la restricción  de  los  montajes  a  los  primeros planos


        -prescindiendo de la inserción de planos generales informativos- y



        la  reducción,  llevada  hasta  los  límites  de  lo  infinitesimal,  de  los


        montajes separados. De esta manera, los rusos lograron inventar un


        estilo expresionista de cine para la descripción de ciertos estados de



        ánimo  agitados,  ritmos  nerviosos  y  velocidades  desgarradoras,  lo






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