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1.1.2. La postura cristiana ante la guerra
Jesús rechaza totalmente la violencia.
• Proclama el amor a los enemigos (Mt 5, 43-48).
• Recomienda poner la otra mejilla (Mt 5, 39).
• Llama bienaventurados a los pacíficos (Mt 5, 9).
• Prohíbe la espada incluso en legítima defensa (Mt 21, 51-53).
• Presenta a Dios como un padre que vela por la vida de sus hijos (Mt 6, 25-34). Es el
padre rico en misericordia y perdón hacia el hijo pródigo y su hermano (Lc 15, 11-32).
La enseñanza de Jesús no se reduce solo a palabras. Su vida y su muerte no
dejan lugar para la violencia: Jesús muere perdonando a los mismos que le están
quitando la vida (Lc 23, 34).
Ante el ejemplo y las palabras de Jesús, no es de extrañar que los primeros cristianos
rechazaran toda violencia contra los demás. De hecho, muchos de ellos tomaron
posturas consecuentes con este principio negándose, por ejemplo, a alistarse en
el ejército romano, y, sobre todo, a participar en la guerra, lo que significó la muerte
violenta para algunos de ellos.
Más adelante, ante las invasiones bárbaras, los cristianos se debaten ante una
dificultad:
— Se dan cuenta de que la guerra es un mal y un crimen que no se puede aceptar
desde la perspectiva de los principios evangélicos.
— Pero, en algunos casos la ven como inevitable para poder defenderse.
Ante este dilema, se preguntan si la guerra, en situaciones concretas, puede ser justa.
Teoría de la guerra justa
Poco a poco se va perfilando la teoría de la guerra justa, según la cual, para que una guerra se pueda justificar,
han de cumplirse estas condiciones:
• Existir una injusticia evidente y extremadamente grave que produzca una situación clara de legítima defensa.
• Haber fracasado previamente todas las soluciones pacíficas que sean posibles en las circunstancias concretas.
• Tener fundadas esperanzas de ganar la guerra, ya que, de otra forma, a la situación injusta que ya existía se añadirían los
males que provocaría la guerra.
• Prever razonablemente que los males que surgen de la lucha armada no son tan grandes como la injusticia que se intenta
reparar.
Para evitar en lo posible los males de la guerra, se establecen períodos en los que cesan las hostilidades: las llamadas
treguas de Dios. Asimismo se imponen restricciones concretas al uso indiscriminado de la violencia.
• Algunas contradicciones
Habrás visto en los libros de historia que, en el siglo XI, los Estados cristianos, coincidentes con la postura
de otras religiones, empiezan a declarar guerras en nombre de Dios, como, por ejemplo, las cruzadas contra
los musulmanes que tenían en su poder los Santos Lugares. La guerra pasó de ser un mal a veces inevitable
a ser aceptada.
Esta forma de pensar estuvo presente en la mentalidad de la cristiandad durante largos siglos, de manera
que prácticamente hasta la Segunda Guerra Mundial las iglesias de cada país han apoyado la mayoría de
las guerras que emprendían sus gobiernos.
NPO