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• La valoración moral del terrorismo, forma de violencia armada
            Junto al tema de la guerra, no podemos dejar de citar, por su incidencia en la vida de nuestro mundo, y muy en concreto
            de nuestro país, el tema del terrorismo.
            Sobre el tema del terrorismo, los obispos peruanos han hecho unas aportaciones muy valiosas en un documento hecho público
            en septiembre de 1984, citado por San Juan Pablo II en su primera visita a Perú (1985).

            • El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (2003). En él se señala: “La Iglesia Católica desempeñó
            un importante papel de acompañamiento y protección de los peruanos golpeados por la violencia de las organizaciones
            subversivas y de las fuerzas de seguridad del Estado. Fue en numerosas regiones del país una voz de denuncia de los
            crímenes y las violaciones de los derechos humanos y proclamó y defendió el valor de la vida y la dignidad de la persona.
            La mayoría de los obispos, sacerdotes y religiosas, así como multitud de laicos y laicas, constituyeron una fuerza moral
            y una fuente de esperanza”.

                                      San Juan Pablo II en Perú 1985 - Ayacucho

                    Unanchacuqpa Cuyacuinintam apamuiquichic, allpaichichicpi tarpusqa sonqoiquichicta causarichinampaq.
                (Os traigo el amor de nuestro Dios, para que sembrado en vuestra tierra, sea la resurrección de vuestros corazones).


                Allí, en Ayacucho, en su llamamiento a los hombres de la lucha armada, pronunció las palabras más comprensivas y las más
                fuertes de su viaje. Él, que había conocido desde joven las profundas penas y sufrimientos provocados por el odio y el aniquila-
                miento de la persona y la sociedad, y como postura frente a la violencia y a la destrucción, optó por tomar las armas del amor y
                luchar incansablemente por la libertad, el respeto a la dignidad de la vida y de toda persona y la búsqueda de la verdad. Fue com-
                prensivo con los sufridos y sufrientes habitantes por un lado, y firme en su mensaje para con aquellos que habían errado el camino
                y optado por el terror y la violencia.
                En su discurso citó este párrafo del Pronunciamiento de los Obispos peruanos de septiembre de 1984: «No es casualidad que los
                brotes de la violencia aparezcan precisamente en las zonas más postergadas y postradas de la comunidad nacional, circunstancia
                que ha sido aprovechada durante años para sembrar en la mente de los niños y jóvenes la nefasta semilla ideológica del odio, la
                violencia y la lucha armada como única vía para cambiar la sociedad».
                Al respecto exhortó: “no se puede, ni se debe, negar la realidad de hombres y mujeres que sufren a causa de la injusticia”, pero dejó
                bien en claro que “si bien la injusticia y la miseria pueden ser el ambiente propicio para que tomen cuerpo la amargura y el odio, no
                lo explican por sí solas, no son su verdadera raíz. El odio y la violencia nacen del corazón del hombre, de sus pasiones o convicciones
                desviadas, del pecado. La raíz del odio es la misma que la del pecado. Se hace necesaria, pues, una auténtica y radical conversión































                       San Juan Pablo II en Ayacucho (1985)




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