Page 243 - LADF LIBRO MANUAL
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“ LAS   ANDANZAS   DE  FILOMENO “


            Sin fortuna y con cada vez más hambre llegó a la Plaza de los Marineros, donde al

            menos pudo beber agua de la fuente, y cuando estaba sentado allí, escuchando el
            sonido de su estómago, llegó Filomeno desde la calle del fondo gritando:


            ―¡Señor, señor, soy yo, Filomeno!


            El señor jorobado lo recordaba y respondió:

            ―¡Ah sí, eres tú, Filemón!


            ―No, Filemón no, Filomeno ―aclaró el joven―. ¿Sigue teniendo hambre?


            ―Claro, joven, todos me rechazaron, sigo hambriento ―contestó el señor.

            ―Pues tome, le he traído un bocadillo de mortadela ―le ofreció generosamente.


            ―Muchas gracias, joven, eres la primera buena persona que encontré en este lugar,
            Dios te bendiga ―le agradeció mientras se acercaba furiosamente el bocadillo a la

            boca.


            Nuestro amigo Filomeno volvió a dar una lección de empatía y humanidad aquel día,
            y  de  nuevo  nos  mostró  que  las  personas  estamos  para  ayudarnos  los  unos  a  los

            otros.

            El  joven  jorobado  regresó  al  barco  chino  tan  pronto  acabó  con  el  bocadillo  y

            Filomeno decidió acompañarle dando un paseo hacia el puerto.


            Durante el paseo, algunos niños miraban de forma extraña a Filomeno, y al ver al
            señor sucio y jorobado se apartaban del camino. Mientras, Filomeno, que observaba
            cómo  la  gente  miraba  de  forma  desagradable,  continuó  el  paseo  haciendo

            preguntas al señor, averiguando su nombre, que no era otro que Celedonio.

            ―¡Adiós, Celedonio, adiós! ―se despedía con esas palabras Filomeno, desde la roca.


            El barco navegó y navegó hacia el este y así, al cabo de un año, regresó una mañana

            la misma embarcación, pero esta vez no habían cañas de bambú, esta vez el barco
            estaba cargado de oro; montañas de oro resplandecían con el brillo de los rayos de

            sol de aquella primaveral mañana.








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