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“ LAS   ANDANZAS   DE  FILOMENO “


            levantaban  antes  del  amanecer  para  comenzar  las  variadas  tareas  del  gran

            monasterio.

            Sin embargo, era el campanario y el sótano los lugares más increíbles del edificio; el

            primero, por ser alto y permitir unas magníficas vistas hacia el horizonte, además de
            servir de casa a una simpática cigüeña; y el segundo, por ser un lugar oculto y no

            permitido por el rey, pues se trataba de un sótano donde se traducían cientos de
            libros  de  idiomas  de  países  de  todo  el  mundo.  Eran  unos  frailes  tan  cultos  que

            sabían toda clase de idiomas, y utilizaban su cultura para traducir libros y así poder
            ofrecer a todos la sabiduría de todas las culturas.


            Fray Sandalio tuvo la idea de construir el sótano de las traducciones, pues él tenía la
            opinión y la certeza de que todos los seres humanos tenían el mismo derecho a leer

            todos los libros y que la cultura y el saber deben ser libres y gratis.

            Pero fue este sótano de traducciones lo que causó más problemas al monasterio,

            pues el rey de aquel país lejano era un monarca gruñón y envidioso que no quería
            que los monjes tradujeran libros; él quería tener la biblioteca más grande, el mejor

            libro, y tenerlos para él.


            El  rey,  que  se  llamaba  Serapio,  mandaba  cartas  cada  mes  amenazando  a  fray
            Sandalio. Así solía recordarle y advertirle que estaba prohibido dar clases a los niños
            pobres y dar de comer a la gente sin dinero y, por supuesto, jugar al ajedrez, juego

            que detestaba.


            Pero un día llegó un mensajero del rey a las puertas del monasterio con un mensaje
            para fray Sandalio; le entregó el escrito  en  un  papiro  real al fraile  que vigilaba  la

            puerta y éste se lo entregó a él.

            Se sentó en una silla que había en el huerto y lo leyó atentamente. Normalmente,

            cuando terminaba de leer las cartas del rey solía llevarlas a la biblioteca y con ellas
            fabricar marcapáginas para los libros, una idea muy recurrente que necesitaba de

            pinturas  tan  bonitas  que  dejaban  asombrados  a  los  lectores  que  acudían  a  la
            biblioteca a leer cada tarde.


            Sin embargo, aquella carta no fue a parar a los interiores de los libros, esta carta
            amenazaba  seriamente  al  monasterio,  pues  daba  cuenta  de  que  el  rey  se  había

            enterado de que allí había un sótano donde traducían libros. El mensaje de la carta


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