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“ LAS   ANDANZAS   DE  FILOMENO “


            ―¡Desátame, tuerto imbécil! ―volvió a gritar el pescador de ranas.


            ―Filomeno, piensa en un castigo  para este cobarde  hombre  que mata ranas ―le
            sugirió Bonifacio.


            Tras varios minutos, durante los cuales el gigante seguía insultando a Bonifacio, a

            Julián  y  a  Filomeno,  éste  tuvo  una  ocurrencia,  una  gran  idea  para  un  castigo
            ejemplar.


            ―¡Ya lo tengo! ―exclamó Filomeno.

            Le  dijo  al  oído  a  Bonifacio  la  idea  que  acababa  de  tener  y  se  lo  comunicaron  al

            malvado pescador:


            ―Te desataremos y liberaremos a cambio de que, desde mañana, te conviertas en
            el flautista de ranas, y cada tarde hagas sonar bonitas melodías en la charca de las
            ranas.


            ―Pero si yo nunca he tocado la flauta ―añadió el malhechor.


            ―Filomeno te regalará su flauta y desde mañana en el pueblo se te conocerá como
            el flautista de ranas ―aseveró Bonifacio.


            ―¡Ja, ja, ja! ―rieron  Julián y Filomeno.


            Desde aquel día las ranas y todos los animalitos de la hermosa charca del bosque
            vivieron felices, sin temor, y el malvado pescador se convirtió en un famoso flautista

            que hacía sonar preciosas canciones cada tarde.

            Todos  se  sintieron  bien.  Filomeno  se  fue  feliz  a  casa,  feliz  por  haber  ayudado  a

            aquellos  indefensos  animalitos;  Julián,  por  ayudar  también  en  la  causa,  como
            Bonifacio; y el flautista de ranas, que desde aquel día se volvió sonriente, alegre, y

            amable.













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