Page 148 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
P. 148
110 NICOLAS MAQUIAVELO
Por lo tanto, si vuestra ilustre casa quiere emular a aque-
llos hombres excelentes que redimieron sus países es ne-
cesario, ante todo, como verdadero fundamento de cual-
quier empresa, proveerse de ejércitos propios; porque no
existen soldados más fieles, ni más auténticos, ni mejores.
Y si cada uno de ellos es bueno, todos juntos resultarán
aún mejores cuando se vean mandados por su príncipe, y
honrados y sostenidos por él. Es necesario, pues, preparar
este ejército para poder, con la virtud itálica, defenderse de
los extranjeros. Y aunque la infantería suiza y española
sean consideradas temibles, sin embargo, en ambas hay un
defecto por el cual una tercera forma de organización mi-
litar podría no sólo enfrentárseles sino también confiar en
superarlas. Porque los españoles no pueden resistir a la ca-
ballería y los suizos han de temer a los soldados de infan-
tería cuando se enfrenten a otros tan obstinados como ellos.
Así hemos visto y veremos, por experiencia, que los espa-
ñoles no pueden resistir una caballería francesa y los sui-
zos son derrotados por la infantería española. Y aunque de
esto último no se tenga una experiencia completa, se ha vis-
to no obstante un ensayo en la batalla de Ravenna 19, cuan-
do los infantes españoles se enfrentaron a los batallones
alemanes, que guardan el mismo orden de combate que los
suizos; los españoles, por la agilidad de su cuerpo y la ayu-
da de sus escudos, se habían introducido entre las picas de
aquellos y estaban seguros de poderles atacar sin que los
alemanes pudieran hacer nada; y si no hubiese sido por la
caballería que les embistió, les habrían aniquilado a todos.
Conocido, pues, el defecto de estas dos infanterías se puede
organizar otra nueva, que resista la caballería y no tenga
miedo a la infantería: cosa que se consigue con la calidad
de los soldados y el cambio en la disposición de las fuerzas.
Y esas innovaciones forman parte de aquellas cosas que
dan reputación y grandeza a un príncipe nuevo.
No debemos, pues, dejar pasar esta ocasión para que Ita-
lia, después de tanto tiempo, encuentre un redentor. No
puedo expresar con qué amor sería recibido en todas aque-
l9 En la batalla de Provenza, 11 de abril de 1512.