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EL PRINCIPE 107
cipe nuevo, que no creo que haya habido nunca un momen-
to más apto que ésre '. Y si, como dije, era necesario para
ver la virtud de Moisés que el pueblo de Israel estuviera
esclavo en Egipto; y para conocer la grandeza de ánimo de
Ciro, que los persas estuvieran oprimidos por los medas, y
la excelencia de Teseo, que los atenienses estuvieran dis-
persos 5; igualmente ahora, para poder conocer la virtud de
un espíritu italiano, era necesario que Italia se viera redu-
cida a su actual situación, más esclava que los hebreos, más
sometida que los persas, más dispefsa que los atenienses;
sin cabeza, sin orden; vencida, expoliada, desgarrada, ocu-
pada y que hubiese soportado toda clase de calamidades. Y
si bien hasta ahora habríamos visto alguna señal en algu-
no, que permitía esperar que Dios le había escogido para
su redención, no obstante se ha visto luego cómo en el mo-
mento culminante de sus acciones ha sido reprobado por
6.
la fortuna De manera que, desfallecida, espera a ver quién
la sane de sus heridas, ponga fin a los saqueos de Lombar-
día, a las extorsiones del reino de Nápoles y de Toscana y
la cure de tantas llagas ulceradas por el tiempo. Véase cómo
ruega a Dios que le mande a alguien que la redima de estas
crueldades e insolencias bárbaras. Se la ve también pronta
y dispuesta a seguir una bandera, con sólo que haya uno
• Maquiavelo dice aquí que no ha habido tiempo más propicio que el
actual para llevar a cabo la empresa de un príncipe nuevo, cuando en el
resto de la obra afirma precisamente que el príncipe ha de tener una «ex-
traordinaria» virtud porque los tiempos son difíciles. Así que ahora pa-
recía que la fortuna quiere favorecer a los Medici haciendo casi de provi-
dencia y poniendo de esta manera más en evidencia la bondad del nuevo
príncipe. Ya en el capítulo XX, señalaba que al vencer dificultades resul-
taba mayorla grandeza del príncipe.
l Son los mismos ejemplos del capítulo VI, pero mientras allí seña-
laba que aunque la ocasión ofrecida por la fortuna a estos héroes era im-
portante, «sin virtud» esta ocasión se presentaría en vano; en el capítu-
lo XXVI el papel de la fortuna es decisivo, no por razones «providenzia-
li» sino porque, como dice Sasso, ésta es la situación sentimental de su
ánimo. Maquiavelo se ha dado cuenta de que no hay virtud que pueda su-
perar sus propios límites y por lo tanto trata de reducirlo todo a lo que
es necesario que se produzca.
6 Se refiere obviamente a César Borja. Esta reprobación de la fortuna.
si es que pudiéramos dudarlo, nos lo confirma.