Page 16 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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XVI  ANA MARTINEZ ARANCON

      y los obstáculos a que se enfrenta la acción humana, estable-
      ciendo claramente los fines de la actividad pública, y arbi-
      trando los medios más adecuados para conseguirlos con el
      auxilio del análisis racional y de la experiencia práctica, la
      política ya no será hija del confuso mestizaje entre princi-
      pios generales y voluntarismo privado, sino que se converti-
      rá en una ciencia objetiva y aplicada, sistemática y eficaz,
      que permita aprender unas técnicas específicas para domi-
      nar y controlar el objeto de su estudio con un mínimo de
      error y sin desperdiciar energías.
        Esta ciencia es independiente  de otras disciplinas. La acti-
      vidad social persigue el bien común, y ese bien común se
      logra a través de un Estado fuerte y bien organizado, equili-
      brado en sus tensiones sociales y libre. De este modo, «el
      objetivo de mantener la libertad y seguridad de una repú-
      blica representa el valor supremo ( en realidad decisivo) en
                    7;
      la vida política>  luego la ciencia política debe ocuparse de
      arbitrar los medios más apropiados para llegar a ese fin, y
      hacerlo de forma autónoma,  sin tener en cuenta la opinión
      de otros saberes cuyo objeto y cuyo punto de vista es dife-
      rente.
        Resultó particularmente llamativo y escandaloso que lapo-
      lítica declarase su independencia  respecto de la moral. Un
      acto será conveniente o no según sea beneficioso o perjudi-
      cial para conseguir el fin de mantener y acrecentar el Esta-
      do. Su valor moral es indiferente para el político; no le inte-
      resa, lo mismo que no le importa su entidad metafísica. Ma-
      tar a un tirano es algo que puede ser o no útil para una re-
      pública, y el político debe establecer en qué circunstancias
      parece conveniente y, en ese caso, qué estrategia es la más
      segura para llevar a buen término la acción. Que asesinar sea
      moralmente reprobable no hace al caso, o será asunto de la
      ética, lo mismo que los procesos biológicos que explican el
      paso de la vida a la muerte son asunto de la medicina: el
      político no se ocupa ni de lo uno ni de lo otro, se queda


       7  Q. Skinner, Los fundamentos del pensamiento político moderno, vol.
      I, El Renacimiento, F.C.E., México, 1985, p. 209.
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