Page 21 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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ESTUDIO  PRELIMINAR  XXI

      a percatarnos de la necesidad de un ejército nacional, inno-
      vadora conquista de los Estados modernos que Maquiavelo
      casi inventa, siendo desde luego, su propagandista más con-
      vencido.
        El conflicto y la guerra son el nervio de las repúblicas, las
      engrandecen, las alejan del declive y la corrupción. Por eso,
      Maquiavelo desconfía muchísimo de los gobernantes pacífi-
      cos, y, aunque reconoce que a veces son necesanos para que
      la nación recobre fuerzas, se reorganice y descanse, piensa
      que, si se suceden consecutivamente dos de estos gobernan-
      tes, la república se precipitará irremediablemente  en la rui-
      na total. La paz lleva al ocio, y éste al desorden y la aniqui-
      lación. Según nuestro florentino,  no hay ningún descanso
      honesto, y ni siquiera las letras son ocupación digna de un
      ciudadano, a no ser que las haga compatibles con la espada
      o que, como en su caso, le sirvan de consuelo en la inactivi-
      dad forzosa (y aun entonces las convierte en otro tipo de ar-
      ma, todavía más afilada). Por eso aplaude la decisión de Ca-
      tón, que prohibió a los filósofos la entrada en Roma, pues
      «una vez que las justas y disciplinadas armas han proporcio-
      nado victorias, y que las victorias han traído la paz, no hay
      ocio más aparentemente honesto que el de las letras para de-
      bilitar el vigor de los espíritus guerreros, y con ningún otro
      engaño más grande y poderoso que éste puede el ocio pene-
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      trar en las ciudades bien organizadas»  .
        El nuevo Estado, que intentará superar los laureles de Ro-
      ma, requiere, para gestarse, mantenerse y crecer, hombres
      nuevos, y Maquiavelo asume voluntariamente  la responsa-
      bilidad de formarlos. Su concepto del gobierno ideal exige
      que todos participen en la acción política, y por eso piensa
      que no basta con adiestrar a una clase dirigente, sino que
      es imprescindible educar al pueblo. La tarea es ardua, sobre
      todo porque la única que se ha ocupado de aleccionarlo ha
      sido la Iglesia. El común, tiranizado y manejado desde hace
      siglos, no tiene la menor idea de la realidad de los mecanis-
      mos del poder y de su despliegue, no sabe cómo funciona



        11   N. Maquiavelo,  Historia de Florencia, libro  V, cap.  l.
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