Page 21 - El fin de la infancia
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olímpicos que hablaban con los hombres sólo a través de las radioteletipos desde la
           sede de las Naciones Unidas. Lo que ocurría entre Karellen y Stormgren nunca se
           revelaba  públicamente  y  a  veces  Stormgren  mismo  se  preguntaba  por  qué  el

           supervisor  consideraba  necesarias  tales  entrevistas.  Quizá  Karellen  sentía  la
           necesidad de mantenerse en contacto por lo menos con un hombre; quizá comprendía
           que Stormgren necesitaba esta forma de apoyo personal. Si ésta era la explicación el

           secretario  la  apreciaba  de  veras.  No  le  importaba  a  Stormgren  que  la  Liga  de  la
           Libertad lo llamase "el mandadero de Karellen".
               Los  superseñores  no  trataban  nunca  separadamente  con  Estados  o  gobiernos.

           Habían  tomado  la  organización  de  las  Naciones  Unidas  tal  como  la  habían
           encontrado  al  llegar,  habían  dado  sus  instrucciones  para  instalar  el  indispensable
           equipo  de  radio,  y  habían  comunicado  sus  órdenes  por  boca  del  secretario  de  la

           organización.  El  delegado  soviético  había  apuntado  correctamente,  en  largos
           discursos  y  en  innumerables  ocasiones,  que  este  proceder  contradecía  las

           disposiciones de la carta. Karellen no parecía preocuparse.




               Era  asombroso  que  tantos  abusos,  locuras  y  maldades  pudiesen  ser  borradas

           totalmente  por  esos  mensajes  del  cielo.  Con  la  llegada  de  los  superseñores  las
           naciones supieron que ya no tenían por qué temerse unas a otras, y adivinaron —aún
           antes que se hiciese aquella tentativa— que las armas existentes por ese entonces eran

           inútiles  ante  una  civilización  capaz  de  tender  un  puente  estelar.  De  modo  que  el
           mayor y único obstáculo para la felicidad de los hombres fue prontamente anulado.
               Los superseñores parecieron despreocuparse de las formas de gobierno, una vez

           que  comprobaron  que  no  se  utilizarían  para  oprimir  o  corromper  a  los  hombres.
           Siguieron funcionando en la Tierra las democracias, las monarquías, las dictaduras
           benévolas,  el  comunismo  y  el  capitalismo.  Muchas  almas  simples,  que  estaban

           convencidas de que la suya era la única forma posible de vida, recibieron una gran
           sorpresa. Otros creían que Karellen estaba dejando pasar el tiempo para introducir
           luego un sistema que borraría todos los otros sistemas sociales, y que por la misma

           razón no se molestaba en hacer reformas políticas sin importancia. Pero ésta como
           todas  las  otras  especulaciones  sobre  aquellos  seres  eran  meras  hipótesis.  Nadie
           conocía sus motivos, y nadie sabía hacia qué futuro estaban arreando a la humanidad.



















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