Page 23 - El fin de la infancia
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sentirse impaciente por saber quién la gobernaba. ¿Y de qué podía acusársele?
Aunque la más importante, la Liga de la Libertad era sólo una de las tantas
organizaciones que se oponían a Karellen y, consecuentemente, a los hombres que
cooperaban con los superseñores. Las objeciones y propósitos de esos grupos eran
enormemente variados: algunos sostenían un punto de vista religioso, mientras que
otros eran mera expresión de un sentimiento de inferioridad. Se sentían, con
razonables motivos, como el hindú culto del siglo XIX ante el rajá británico. Los
invasores habían traído paz y prosperidad... ¿Pero quién sabía a qué costo? La
historia no era tranquilizadora. Los contactos más pacíficos entre razas de distinto
nivel cultural habían terminado siempre con la destrucción de la raza más atrasada.
Las naciones, como los individuos, podían perder su vida misma al enfrentarse con
un desafío inaceptable.
Y la civilización de los superseñores, aún envuelta en el misterio, era el mayor de
todos los desafíos.
En la habitación vecina se oyó un débil "clic" con que la teletipo lanzaba el
informe horario de la agencia Central News. Stormgren entró en la habitación y hojeó
desanimadamente el informe. En el otro extremo del mundo la Liga de la Libertad
había inspirado un encabezamiento no muy original: ¿Está el hombre gobernado por
monstruos? preguntaba el periódico y seguía con esta cita: «Dirigiéndose al público
reunido en Madrás el doctor C. V. Krishnan, presidente de la sección oriental de la
Liga de la Libertad», dijo: La explicación de la conducta de los superseñores es muy
simple. Su aspecto es tan extraño y repulsivo que no se atreven a mostrarse ante los
ojos de la humanidad. Desafío al supervisor a negar mis palabras.
Stormgren, disgustado, arrojó lejos de sí las hojas del informe. Aun en el caso de
que la acusación fuese cierta, ¿qué importaba eso? La idea era muy vieja, pero nunca
le había preocupado. No creía que hubiera ninguna forma biológica, por más rara que
fuese, que él, Stormgren, no pudiese aceptar con el tiempo y hasta llegar a encontrar
hermosa. La mente, no el cuerpo, era lo importante. Si por lo menos pudiese
convencer a Karellen de esta verdad, los superseñores cambiarían de opinión. No
podían ser tan horribles como aparecían en los dibujos de los periódicos.
Sin embargo, como bien lo sabía Stormgren, su ansiedad por asistir al fin de este
estado de cosas no nacía únicamente de la idea de librar a sus sucesores de algunos
problemas. Era bastante honesto como para confesárselo a sí mismo. En última
instancia su motivo principal era la simple curiosidad. Había llegado a admitir a
Karellen como una persona, y no se sentiría satisfecho hasta descubrir qué clase de
criatura era el supervisor.
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