Page 253 - Crepusculo 1
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—No, tienes razón, no lo es —admitió mientras se desvanecía su sonrisa—. De todos
               modos, prefiero tomármelo como una broma antes que pensar que lo dices en serio.
                     —Lo digo en serio.
                     Suspiró profundamente.
                     —Lo sé. ¿Y eso es lo que deseas de verdad?
                     La pena había vuelto a sus ojos. Me mordí el labio y asentí.
                     —De modo que estás preparada para que esto sea el final, el crepúsculo de tu existencia
               aunque  apenas  si  has  comenzado  a  vivir  —musitó,  hablando  casi  para  sí  mismo—.  Estás
               dispuesta a abandonarlo todo.
                     —No es el final, sino el comienzo —le contradije casi sin aliento.
                     —No lo merezco —dijo con tristeza.
                     — ¿Recuerdas cuando me dijiste que no me percibía a mí misma de forma realista? —le
               pregunté, arqueando las cejas—. Obviamente, tú padeces de la misma ceguera.
                     —Lo sé.
                     Suspiré.
                     De repente, su voluble estado de ánimo cambió. Frunció los labios y me estudió con la
               mirada. Examinó mi rostro durante mucho tiempo.
                     — ¿Estás preparada, entonces? —me preguntó.
                     —Esto... —tragué saliva—. ¿Ya?
                     Sonrió e inclinó despacio la cabeza hasta rozar mi piel debajo de la mandíbula con sus
               fríos labios.
                     — ¿Ahora, ya? —susurró al tiempo que exhalaba su aliento frío sobre mi cuello. Me
               estremecí de forma involuntaria.
                     —Sí —contesté en un susurro para que no se me quebrara la voz.
                     Edward se iba a llevar un chasco si pensaba que me estaba tirando un farol. Ya había
               tomado mi decisión, estaba segura. No me importaba que mi cuerpo  fuera tan rígido como
               una tabla, que mis manos se transformaran en puños y mi respiración se volviera irregular...
               Se rió de forma enigmática y se irguió con gesto de verdadera desaprobación.
                     —No te puedes haber creído de verdad que me iba a rendir tan fácilmente —dijo con un
               punto de amargura en su tono burlón.
                     —Una chica tiene derecho a soñar.
                     Enarcó las cejas.
                     — ¿Sueñas con convertirte en un monstruo?
                     —No exactamente —repliqué. Fruncí el ceño ante la palabra que había escogido. En
               verdad, era eso, un monstruo—. Más bien sueño con poder estar contigo para siempre.
                     Su expresión se alteró, más suave y triste a causa del sutil dolor que impregnaba mi voz.
                     —Bella  —sus  dedos  recorrieron con ligereza el  contorno de mis  labios—. Yo  voy a
               estar contigo..., ¿no basta con eso?
                     Edward puso las yemas de los dedos sobre mis labios, que esbozaron una sonrisa.
                     —Basta por ahora.
                     Torció  el  gesto  ante  mi  tenacidad.  Esta  noche  ninguno  de  los  dos  parecía  darse  por
               vencido. Espiró con tal fuerza que casi pareció un gruñido.
                     Le acaricié el rostro y le dije:
                     —Mira, te quiero más que a nada en el mundo. ¿No te basta eso?
                     —Sí, es suficiente —contestó, sonriendo—. Suficiente para siempre.
                     Y se inclinó para presionar una vez más sus labios fríos contra mi garganta.








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