Page 248 - Crepusculo 1
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—Parece un escenario listo para rodar una película de terror —me reí por lo bajo.
                     —Bueno  —murmuró  él  mientras  nos  acercábamos  lentamente  hacia  la  mesa  de  las
               entradas.  Edward  soportaba  la  mayor  parte  de  mi  peso,  pero  aun  así  yo  debía  caminar
               arrastrando los pies y cojeando—, desde luego hay vampiros presentes más que de sobra.
                     Contemplé la pista de baile; se había abierto un espacio vacío en el centro, donde dos
               parejas daban vueltas con gracia. Los otros bailarines se habían apartado hacia los lados de la
               habitación  para  concederles  espacio,  ya  que  nadie  se  sentía  capaz  de  competir  ante  tal
               exhibición. Nadie podía igualar la elegancia de Emmett y Jasper, que vestían trajes de etiqueta
               clásicos. Alice lucía un llamativo vestido de satén negro con cortes geométricos que dejaba al
               aire  grandes  triángulos  de  nívea  piel  pálida.  Y  Rosalie  era...  bueno,  era  Rosalie.  Estaba
               increíble.  Su  ceñido  vestido  de  vivido  color  púrpura  mostraba  un  gran  escote  que  llegaba
               hasta la cintura y dejaba la espalda totalmente al descubierto, y a la altura de las rodillas se
               ensanchaba  en  una  amplia  cola  rizada.  Me  dieron  pena  todas  las  chicas  de  la  habitación,
               incluyéndome yo.
                     — ¿Quieres que eche el cerrojo a las puertas mientras masacras a todos estos incautos
               pueblerinos? —susurré como si urdiéramos alguna conspiración.
                     Edward me miró.
                     — ¿Y de parte de quién te pondrías tú?
                     —Oh, me pondría de parte de los vampiros, por supuesto.
                     Sonrió con renuencia.
                     —Cualquier cosa con tal de no bailar.
                     —Lo que sea.
                     Compró las entradas y nos dirigimos hacia la pista de baile. Me apreté asustada contra
               su brazo y empecé a arrastrar los pies.
                     —Tengo toda la noche —me advirtió.
                     Al final, me llevó hasta el lugar donde su familia bailaba con elegancia, por cierto, en
               un estilo totalmente inapropiado para esta música y esta época. Los miré espantada.
                     —Edward  —tenía  la  garganta  tan  seca  que  sólo  conseguía  hablar  en  susurros—.  De
               verdad, no puedo bailar.
                     Sentí que el pánico rebullía en mi interior.
                     —No te preocupes, tonta —me contestó con un hilo de voz—. Yo sí puedo —colocó
               mis brazos alrededor de su cuello, me levantó en vilo y deslizó sus pies debajo de los míos.
                     Y de repente, nosotros también estuvimos dando vueltas en la pista de baile.
                     —Me siento como si tuviera cinco años —me reí después de bailar el vals sin esfuerzo
               alguno durante varios minutos.
                     —No los aparentas —murmuró Edward al tiempo que me acercaba a él hasta tener la
               sensación de que mis pies habían despegado del suelo y flotaban a más de medio metro.
                     Alice atrajo mi atención en una de las vueltas y me sonrió para infundirme valor. Le
               devolví la sonrisa. Me sorprendió darme cuenta de que realmente estaba disfrutando, aunque
               fuera sólo un poco.
                     —De acuerdo, esto no es ni la mitad de malo de lo que pensaba —admití.
                     Pero Edward miraba hacia las puertas con rostro enojado.
                     — ¿Qué pasa? —pregunté en voz alta.
                     Aunque  estaba  desorientada  después  de  dar  tantas  vueltas,  seguí  la  dirección  de  su
               mirada hasta ver lo que le perturbaba. Jacob Black, sin traje de etiqueta, pero con una camisa
               blanca de manga larga y corbata, y el pelo recogido en su sempiterna coleta, cruzaba la pista
               de baile hacia nosotros.
                     Después de que pasara la primera sorpresa al reconocerlo, no pude evitar sentirme mal
               por el pobre Jacob. Parecía realmente incómodo, casi de una forma insoportable. Tenía una
               expresión de culpabilidad cuando se encontraron nuestras miradas.




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