Page 246 - Crepusculo 1
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Edward  se  ladeó  para  mirarme  al  notar  la  preocupación  en  mi  voz.  Su  rostro  estaba
               tranquilo, lo cual suavizó mi súbita e irracional ansiedad. A pesar de eso, sus ojos parecían
               tocados  por alguna pena especial. Entendió  el  motivo de mi reacción,  y  siguió  sintiéndose
               responsable de cuanto me sucedía.
                     Algo que le estaba diciendo Charlie le distrajo de sus taciturnos pensamientos. Sus ojos
               dilatados por la incredulidad me hicieron estremecer de miedo hasta que una amplia sonrisa le
               iluminó el rostro.
                     — ¡Me estás tomando el pelo! —rió.
                     — ¿Qué pasa? —inquirí, ahora curiosa.
                     Me ignoró.
                     —  ¿Por  qué  no  me  dejas  que  hable  con  él?  —sugirió  con  evidente  placer.  Esperó
               durante unos segundos.
                     —Hola, Tyler; soy Edward Cullen —saludó muy educado, al menos en apariencia, pero
               yo ya le conocía lo bastante para detectar el leve rastro de amenaza en su tono.
                     ¿Qué hacía Tyler en mi casa? Caí en la cuenta de la terrible verdad poco a poco. Bajé la
               vista para contemplar el elegante traje azul oscuro en el que Alice me había metido.
                     —Lamento  que  se  haya  producido  algún  tipo  de  malentendido,  pero  Bella  no  está
               disponible  esta  noche  —el  tono  de  su  voz  cambió,  y  la  amenaza  de  repente  se  hizo  más
               evidente  mientras  seguía  hablando—.  Para  serte  totalmente  sincero,  ella  no  va  a  estar
               disponible  ninguna  noche  para  cualquier  otra  persona  que  no  sea  yo.  No  te  ofendas.  Y
               lamento estropearte la velada —dijo, pero lo cierto es que no sonaba como si no lo sintiera en
               absoluto.
                     Cerró el teléfono con un golpe mientras se extendía por su rostro una ancha y estúpida
               sonrisa.
                     Mi rostro y mi cuello enrojecieron de ira. Notaba cómo las lágrimas producidas por la
               rabia empezaban a llenarme los ojos.
                     Me miró sorprendido.
                     — ¿Me he extralimitado algo al final? No quería ofenderte.
                     Pasé eso por alto.
                     — ¡Me llevas al baile de fin de curso! —grité furiosa.
                     Para vergüenza mía, era bastante obvio. Estaba segura de que me hubiera dado cuenta
               de la fecha de los carteles que decoraban los edificios del instituto de haber prestado un poco
               de atención, pero ni en sueños se me pasó por la imaginación que Edward pensara hacerme
               pasar por esto, ¿es que no me conocía de nada?
                     No esperaba una reacción tan fuerte, eso estaba claro. Apretó los labios y estrechó los
               ojos.
                     —No te pongas difícil, Bella.
                     Eché un vistazo por la ventanilla. Estábamos ya a mitad de camino del instituto.
                     — ¿Por qué me haces esto? —pregunté horrorizada.
                     —Francamente,  Bella,  ¿qué  otra  cosa  creías  que  íbamos  a  hacer?  señaló  su  traje  de
               etiqueta con un gesto de la mano.
                     Estaba avergonzada. Primero, por no darme cuenta de lo evidente, y luego por haberme
               pasado  de  la  raya  con  las  vagas  sospechas  —expectativas,  más  bien—  que  habían  ido
               tomando  forma  en  mi  mente  a  lo  largo  del  día  conforme  Alice  y  Esme  intentaban
               transformarme en una reina de la belleza. Mis esperanzas, a medias temidas, parecían ahora
               estupideces.
                     Había adivinado que se estaba cociendo algún acontecimiento, pero ¡el baile de fin de
               curso! Era lo último que se me hubiera ocurrido.
                     Recordé consternada que, contra mi costumbre, hoy llevaba puesto rimel, por lo que me
               restregué rápidamente debajo de los ojos para evitar los manchurrones. Sin embargo, tenía los




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