Page 249 - Crepusculo 1
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Edward gruñó muy bajito.
— ¡Compórtate! —susurré.
La voz de Edward sonó cáustica.
—Quiere hablar contigo.
En ese momento, Jacob llegó a nuestra posición. La vergüenza y la disculpa se
evidenciaron más en su rostro.
—Hola, Bella, esperaba encontrarte aquí —parecía como si realmente hubiera esperado
justo lo contrario, aunque su sonrisa era tan cálida como siempre.
—Hola, Jacob —sonreí a mi vez—. ¿Qué quieres?
— ¿Puedo interrumpir? —preguntó indeciso mientras observaba a Edward por primera
vez.
Me sorprendió descubrir que Jacob no necesitaba alzar los ojos para mirar a Edward.
Debía de haber crecido más de diez centímetros desde que le vi por vez primera.
El rostro de Edward, de expresión ausente, aparentaba serenidad. En respuesta se limitó
a depositarme con cuidado en el suelo y retroceder un paso.
—Gracias —dijo Jacob amablemente.
Edward se limitó a asentir mientras me miraba atentamente antes de darme la espalda y
marcharse.
Jacob me rodeó la cintura con las manos y yo apoyé mis brazos en sus hombros.
— ¡Hala, Jacob! ¿Cuánto mides ahora?
—Metro ochenta y ocho —contestó pagado de sí mismo.
No bailábamos de verdad, ya que mi pierna lo impedía. Nos balanceamos
desmañadamente de un lado a otro sin mover los pies. Menos mal, porque el reciente estirón
le había dejado un aspecto desgarbado y de miembros descoordinados, y probablemente era
un bailarín tan malo como yo.
—Bueno, ¿y cómo es que has terminado viniendo por aquí esta noche? —pregunté sin
verdadera curiosidad.
Me hacía una idea aproximada si tenía en cuenta cuál había sido la reacción de Edward.
— ¿Puedes creerte que mi padre me ha pagado veinte pavos por venir a tu baile de fin
de curso? —admitió un poco avergonzado.
—Claro que sí —musité—. Bueno, espero que al menos lo estés pasando bien. ¿Has
visto algo que te haya gustado? —bromeé mientras dirigía una mirada cargada de intención a
un grupo de chicas alineadas contra la pared como tartas en una pastelería.
—Sí —admitió—, pero está comprometida.
Miró hacia bajo para encontrarse con mis ojos llenos de curiosidad durante un segundo.
Luego, avergonzados, los dos miramos hacia otro lado.
—A propósito, estás realmente guapa —añadió con timidez.
—Vaya, gracias. ¿Y por qué te pagó Billy para que vinieras? —pregunté rápidamente,
aunque conocía la respuesta.
A Jacob no pareció hacerle mucha gracia el cambio de tema. Siguió mirando a otro
lado, incómodo otra vez.
—Dijo que era un lugar «seguro» para hablar contigo. Te prometo que al viejo se le está
yendo la cabeza.
Me uní a su risa con desgana.
—De todos modos, me prometió conseguirme el cilindro maestro que necesito si te
daba un mensaje —confesó con una sonrisa avergonzada.
—En ese caso, dámelo. Me gustaría que lograras terminar tu coche —le devolví la
sonrisa.
Al menos, Jacob no creía ni una palabra de las viejas leyendas, lo que facilitaba la
situación. Apoyado contra la pared, Edward vigilaba mi rostro, pero mantenía el suyo
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