Page 247 - Crepusculo 1
P. 247
dedos limpios cuando retiré la mano; Alice debía haber usado una máscara resistente al agua
al maquillarme, seguramente porque intuía que algo así iba a suceder.
—Esto es completamente ridículo. ¿Por qué lloras? —preguntó frustrado.
— ¡Porque estoy loca!
—Bella...
Dirigió contra mí toda la fuerza de sus ojos dorados, llenos de reproche.
— ¿Qué? —murmuré, súbitamente distraída.
—Hazlo por mí —insistió.
Sus ojos derritieron toda mi furia. Era imposible luchar con él cuando hacía ese tipo de
trampas. Me rendí a regañadientes.
—Bien —contesté con un mohín, incapaz de echar fuego por los ojos con la eficacia
deseada—. Me lo tomaré con calma. Pero ya verás —advertí—. En mi caso, la mala suerte se
está convirtiendo en un hábito. Seguramente me romperé la otra pierna. ¡Mira este zapato! ¡Es
una trampa mortal! —levanté la pierna para reforzar la idea.
—Humm —miró atentamente mi pierna más tiempo del necesario—. Recuérdame que
le dé las gracias a Alice esta noche.
— ¿Alice va a estar allí? —eso me consoló un poco.
—Con Jasper, Emmett... y Rosalie —admitió él.
Desapareció la sensación de alivio, ya que mi relación con Rosalie no avanzaba. Me
llevaba bastante bien con su marido de quita y pon. Emmett me tenía por una persona
divertidísima, pero ella actuaba como si yo no existiera. Mientras sacudía la cabeza para
modificar el curso de mis pensamientos, me acordé de otra cosa.
— ¿Estaba Charlie al tanto de esto? —pregunté, repentinamente recelosa.
—Claro —esbozó una amplia sonrisa; luego empezó a reírse entre dientes—. Aunque
Tyler, al parecer, no.
Me rechinaron los dientes. No entendía cómo Tyler se había creado esas falsas
expectativas. Excepto en los pocos días soleados, Edward y yo éramos inseparables en el
instituto, donde Charlie no podía interferir.
Para entonces ya habíamos llegado al instituto. Un coche destacaba entre todos los
demás del aparcamiento, el descapotable rojo de Rosalie. Hoy, las nubes eran finas y algunos
rayos de sol se filtraban lejos, al oeste.
Se bajó del coche y lo rodeó para abrirme la puerta. Luego, me tendió la mano.
Me quedé sentada en mi asiento, obstinada, con los brazos cruzados. Sentía una secreta
punzada de satisfacción, ya que el aparcamiento estaba atestado de gente vestida de etiqueta:
posibles testigos. No podría sacarme a la fuerza del coche como habría hecho de estar solos.
Suspiró.
—Hay que ver, eres valiente como un león cuando alguien quiere matarte, pero cuando
se menciona el baile... —sacudió la cabeza.
Tragué saliva. Baile.
—Bella, no voy a dejar que nada te haga daño, ni siquiera tú misma. Te prometo que
voy a estar contigo todo el tiempo.
Lo pensé un poco, y de repente me sentí mucho mejor. Edward lo notó en mi semblante.
—Así que ahora... —dijo con dulzura—. No puede ser tan malo.
Se inclinó y me pasó un brazo por la cintura, me apoyé en su otra mano y dejé que me
sacara del coche.
En Phoenix celebran los bailes de fin de curso en el salón de recepciones de los hoteles;
sin embargo, aquí, el baile se hace en el gimnasio, por supuesto. Seguro que debía de ser la
única sala lo bastante amplia en la ciudad para poder organizar un baile. Cuando entramos, me
dio la risa tonta. Había por todos lados arcos con globos y las paredes estaban festoneadas con
guirnaldas de papel de seda.
— 247 —