Page 241 - Crepusculo 1
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, ni pensar que era demasiado tarde, ni oírte gritar de dolor... Podría haber llevado el peso de
todos esos insufribles recuerdos durante el resto de la eternidad. No, lo peor de todo era sentir,
saber que no podría detenerme, creer que iba a ser yo mismo quien acabara contigo.
—Pero no lo hiciste.
—Pudo ocurrir con suma facilidad.
Sabía que necesitaba calmarme, pero estaba hablando para sí mismo de dejarme, y el
pánico revoloteó en mis pulmones, pugnando por salir.
—Promételo —susurré.
— ¿Qué?
—Ya sabes el qué.
Había decidido mantener obstinado una negativa y yo me estaba empezando a enfadar.
Apreció el cambio operado en mi tono de voz y su mirada se hizo más severa.
—Al parecer, no tengo la suficiente voluntad para alejarme de ti, por lo que supongo
que tendrás que seguir tu camino... Con independencia de que eso te mate o no —añadió con
rudeza.
No me lo había prometido. Un hecho que yo no había pasado por alto. Contuve el
pánico a duras penas. No me quedaban fuerzas para controlar el enojo.
—Me has contado cómo lo evitaste... Ahora quiero saber por qué —exigí.
— ¿Por qué? —repitió a la defensiva.
— ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no te limitaste a dejar que se extendiera la ponzoña? A
estas alturas, sería como tú.
Los ojos de Edward parecieron volverse de un negro apagado. Entonces comprendí que
jamás había tenido intención de permitir que me enterase de aquello. Alice debía de haber
estado demasiado preocupada por las cosas que acababa de saber sobre su pasado o se había
mostrado muy precavida con sus pensamientos mientras estuvo cerca de Edward, ya que
estaba muy claro que éste no sabía que ella me había iniciado en el conocimiento del proceso
de la conversión en vampiro. Estaba sorprendido y furioso. Bufó, y sus labios parecían
cincelados en piedra.
No me iba a responder, eso estaba más que claro.
—Soy— la primera en admitir que carezco de experiencia en las relaciones —dije—,
pero parece lógico que entre un hombre y una mujer ha de haber una cierta igualdad, uno de
ellos no puede estar siempre lanzándose en picado para salvar al otro. Tienen que poder
salvarse el uno al otro por igual.
Se cruzó de brazos junto a mi cama y apoyó en los míos su mentón con el rostro
sosegado y la ira contenida. Evidentemente, había decidido no enfadarse conmigo. Esperaba
tener la oportunidad de avisar a Alice antes de que los dos se pusieran al día en ese tema.
—Tú me has salvado —dijo con voz suave.
—No puedo ser siempre Lois Lane —insistí—. Yo también quiero ser Superman.
—No sabes lo que me estás pidiendo.
Su voz era dulce, pero sus ojos miraban fijamente la funda de la almohada.
—Yo creo que sí.
—Bella, no lo sabes. Llevo casi noventa años dándole vueltas al asunto, y sigo sin estar
seguro
— ¿Desearías que Carlisle no te hubiera salvado?
—No, eso no —hizo una pausa antes de continuar—. Pero mi vida terminó y no he
empezado nada.
—Tú eres mi vida. Eres lo único que me dolería perder.
Así, iba a tener más éxito. Resultaba fácil admitir lo mucho que le necesitaba.
Pero se mostraba muy calmado. Resuelto.
—No puedo, Bella. No voy a hacerte eso.
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