Page 238 - Crepusculo 1
P. 238
—Aguarda un momento, mamá —la interrumpí. Edward mantuvo los ojos cerrados,
pero parecía demasiado crispado para poder dar la impresión de que estaba dormido——. ¿De
qué hablas? No voy a ir a Florida. Vivo en Forks.
—Pero ya no tienes que seguir haciéndolo, tonta —se echó a reír—. Phil ahora va a
poder estar más cerca... Hemos hablado mucho al respecto y lo que voy a hacer es perderme
los partidos de fuera para estar la mitad del tiempo contigo y la otra mitad con él...
—Mamá —vacilé mientras buscaba la mejor forma de mostrarme diplomática—, quiero
vivir en Forks. Ya me he habituado al instituto y tengo un par de amigas... —ella miró a
Edward mientras le hablaba de mis amigas, por lo que busqué otro tipo de justificación—.
Además, Charlie me necesita. Está muy solo y no sabe cocinar.
— ¿Quieres quedarte en Forks? —me preguntó aturdida. La idea le resultaba
inconcebible. Entonces volvió a posar sus ojos en Edward—. ¿Por qué?
—Te lo digo... El instituto, Charlie... —me encogí de hombros. No fue una buena
idea—. ¡Ay!
Sus manos revolotearon de forma indecisa encima de mí mientras encontraba un lugar
adecuado para darme unas palmaditas. Y lo hizo en la frente, que no estaba vendada.
—Bella, cariño, tú odias Forks —me recordó.
—No es tan malo.
Renée frunció el gesto. Miraba de un lado a otro, ora a Edward, ora a mí, en esta
ocasión con detenimiento.
— ¿Se trata de este chico? —susurró.
Abrí la boca para mentir, pero estaba estudiando mi rostro y supe que lo descubriría.
—En parte, sí —admití. No era necesario confesar la enorme importancia de esa parte—
. Bueno ——pregunté—, ¿no has tenido ocasión de hablar con Edward?
—Sí —vaciló mientras contemplaba su figura perfectamente inmóvil—, y quería hablar
contigo de eso.
Oh, oh.
— ¿De qué?
—Creo que ese chico está enamorado de ti —me acusó sin alzar el volumen de la voz.
—Eso creo yo también —le confié.
— ¿Y qué sientes por él? —mamá apenas podía controlar la intensa curiosidad en la
voz.
Suspiré y miré hacia otro lado. Por mucho que quisiera a mi madre, ésa no era una
conversación que quisiera sostener con ella.
—Estoy loca por él.
¡Ya estaba dicho! Eso se parecía demasiado a lo que diría una adolescente sobre su
primer novio.
—Bueno, parece muy buena persona, y, ¡válgame Dios!, es increíblemente bien
parecido, pero, Bella, eres tan joven...
Hablaba con voz insegura. Hasta donde podía recordar, ésta era la primera vez que
había intentado parecer investida de autoridad materna desde que yo tenía ocho años.
Reconocí el razonable pero firme tono de voz de las conversaciones que había tenido con ella
sobre los hombres.
—Lo sé, mamá. No te preocupes. Sólo es un enamoramiento de adolescente —la
tranquilicé.
—Está bien —admitió. Era fácil de contentar.
Entonces, suspiró y giró la cabeza para contemplar el gran reloj redondo de la pared.
— ¿Tienes que marcharte?
Se mordió el labio.
—Se supone que Phil llamará dentro de poco... No sabía que ibas a despertar...
— 238 —