Page 235 - Crepusculo 1
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— ¿Cómo lo conseguiste? —pregunté en voz baja.
                     De inmediato, supo a qué me refería.
                     —No estoy seguro.
                     Rehuyó la mirada de mis ojos de asombro al tiempo que alzaba mi mano vendada y la
               sostenía  gentilmente  con la suya, teniendo mucho cuidado  de no romper un cable que me
               conectaba a uno de los monitores.
                     Esperé pacientemente a que me contara lo demás.
                     Suspiró sin devolverme la mirada.
                     —Era  imposible  contenerse  —susurró—,  imposible.  Pero  lo  hice  —al  fin,  alzó  la
               mirada y esbozó una media sonrisa—. Debe de ser que te quiero.
                     — ¿No tengo un sabor tan bueno como mi olor?
                     Le devolví la sonrisa y me dolió toda la cara.
                     —Mejor aún, mejor de lo que imaginaba.
                     —Lo siento —me disculpé.
                     Miró al techo.
                     —Tienes mucho por lo que disculparte.
                     — ¿Por qué debería disculparme?
                     —Por estar a punto de apartarte de mí para siempre.
                     —Lo siento —pedí perdón otra vez.
                     —Sé por qué lo hiciste —su voz resultaba reconfortante—. Sigue siendo una locura, por
               supuesto. Deberías haberme esperado, deberías habérmelo dicho.
                     —No me hubieras dejado ir.
                     —No —se mostró de acuerdo—. No te hubiera dejado.
                     Estaba  empezando  a  rememorar  algunos  de  los  recuerdos  más  desagradables.  Me
               estremecí e hice una mueca de dolor.
                     Edward se preocupó de inmediato.
                     —Bella, ¿qué te pasa?
                     — ¿Qué le ocurrió a James?
                     —Emmett  y  Jasper  se  encargaron  de  él  después  de  que  te  lo  quitase  de  encima  —
               concluyó Edward, que hablaba con un hondo pesar.
                     Aquello me confundió.
                     —No vi a ninguno de los dos allí.
                     —Tuvieron que salir de la habitación... Había demasiada sangre.
                     —Pero Alice y Carlísle... —apunté maravillada.
                     —Ya sabes, ambos te quieren.
                     De repente, el recuerdo de las dolorosas imágenes de la última vez que la había visto me
               recordó algo.
                     — ¿Ha visto Alice la cinta de vídeo? —pregunté con inquietud.
                     —Sí —una nueva nota endureció la voz de Edward, una nota de puro odio.
                     —Alice siempre vivió en la oscuridad, por eso no recordaba nada.
                     —Lo sé, y ahora, ella por fin lo entiende todo —su voz sonaba tranquila, pero su rostro
               estaba oscurecido por la furia.
                     Intenté tocarle la cara con la mano libre, pero algo me lo impidió. Al bajar la mirada
               descubrí la vía intravenosa sujeta al dorso de la mano.
                     — ¡Ay! —exclamé con un gesto de dolor.
                     — ¿Qué sucede? —preguntó preocupado.
                     Se distrajo algo, pero no lo suficiente. Su mirada continuó teniendo un aspecto siniestro.
                     — ¡Agujas! —le expliqué mientras apartaba la vista de la vía intravenosa.
                     Fijé la vista en un azulejo combado del techo e intenté respirar hondo a pesar del dolor
               en las costillas.




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