Page 234 - Crepusculo 1
P. 234
PUNTO MUERTO
Vi una deslumbrante luz nívea al abrir los ojos. Estaba en una habitación desconocida
de paredes blancas. Unas persianas bajadas cubrían la pared que tenía al lado. Las luces
brillantes que tenía encima de la cabeza me deslumbraban. Estaba recostada en una cama dura
y desnivelada, una cama con barras. Las almohadas eran estrechas y llenas de bultos. Un
molesto pitido sonaba desde algún lugar cercano. Esperaba que eso significara que seguía
viva. La muerte no podía ser tan incómoda.
Unos tubos traslúcidos se enroscaban alrededor de mis manos y debajo de la nariz tenía
un objeto pegado al rostro. Alcé la mano para quitármelo.
—No lo hagas.
Unos dedos helados me atraparon la mano.
— ¿Edward?
Ladeé levemente la cabeza y me encontré con su rostro exquisito a escasos centímetros
del mío. Reposaba el mentón sobre el extremo de mi almohada. Comprendí que seguía con
vida, pero esta vez con gratitud y júbilo.
— ¡Ay, Edward! ¡Cuánto lo siento!
—Shhh... —me acalló—. Ahora todo está en orden.
— ¿Qué sucedió?
No conseguía recordarlo con claridad, y mi mente parecía resistirse cada vez que
intentaba rememorarlo.
—Estuve a punto de llegar tarde. Pude no haber llegado a tiempo —susurró con voz
atormentada.
— ¡Qué tonta fui! Creí que tenía a mi madre en su poder.
—Nos engañó a todos.
—Necesito telefonear a Charlie y a mamá —me percaté a pesar de la nube de confusión.
—Alice los ha llamado. Renée está aquí, bueno, en el hospital. Se acaba de marchar
para comer algo.
— ¿Está aquí?
Intenté incorporarme, pero se agravó el mareo de mi cabeza. Las manos de Edward me
empujaron suavemente hacia las almohadas.
—Va a volver enseguida —me prometió—, y tú necesitas permanecer en reposo.
—Pero ¿qué le has dicho? —me aterré. No quería que me calmaran. Mamá estaba allí y
yo me estaba recobrando del ataque de un vampiro—. ¿Por qué le has dicho que me habían
hospitalizado?
—Rodaste por dos tramos de escaleras antes de caer por una ventana —hizo una
pausa—. Has de admitir que pudo suceder.
Suspiré, y me dolió. Eché una ojeada por debajo de la sábana a la parte inferior de mi
cuerpo, al enorme bulto que era mi pierna.
— ¿Cómo estoy?
—Tienes rotas una pierna y cuatro costillas, algunas contusiones en la cabeza y
moraduras por todo el cuerpo y has perdido mucha sangre. Te han efectuado varias
transfusiones. No me gusta, hizo que olieras bastante mal durante un tiempo.
—Eso debió de suponer un cambio agradable para ti.
—No, me gusta cómo hueles.
— 234 —