Page 240 - Crepusculo 1
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puzzle. Apenas era consciente del sonido de mi corazón al acelerarse, aunque sí lo fui del
dolor agudo que me producían mis maltrechas costillas cuando comencé a hiperventilar.
Edward no dijo nada. Contempló mi rostro con recelo cuando un dolor que no tenía
nada que ver con mis huesos rotos, uno infinitamente peor, amenazaba con aplastarme.
Otra enfermera entró muy decidida en ese momento. Edward se sentó, inmóvil como
una estatua, mientras ella evaluaba mi expresión con ojo clínico antes de volverse hacia las
pantallas de los indicadores.
— ¿No necesitas más calmantes, cariño? —preguntó con amabilidad mientras daba
pequeños golpecitos para comprobar el gotero del suero.
—No, no —mascullé, intentando ahogar la agonía de mi voz—. No necesito nada.
No me podía permitir cerrar los ojos en ese momento.
—No hace falta que te hagas la valiente, cielo. Es mejor que no te estreses. Necesitas
descansar —ella esperó, pero me limité a negar con la cabeza—. De acuerdo. Pulsa el botón
de llamada cuando estés lista.
Dirigió a Edward una severa mirada y echó otra ojeada ansiosa a los aparatos médicos
antes de salir.
Edward puso sus frías manos sobre mi rostro. Le miré con ojos encendidos.
—Shhh... Bella, cálmate.
—No me dejes —imploré con la voz quebrada.
—No lo haré —me prometió—. Ahora, relájate antes de que llame a la enfermera para
que te sede.
Pero mi corazón no se serenó.
—Bella —me acarició el rostro con ansiedad—. No pienso irme a ningún sitio. Estaré
aquí tanto tiempo como me necesites.
— ¿Juras que no me vas a dejar? —susurré.
Intenté controlar al menos el jadeo. Tenía un dolor punzante en las costillas. Edward
puso sus manos sobre el lado opuesto de mi cara y acercó su rostro al mío. Me contempló con
ojos serios.
—Lo juro.
El olor de su aliento me alivió. Parecía atenuar el dolor de mi respiración. Continuó
sosteniendo mi mirada mientras mi cuerpo se relajaba lentamente y el pitido recuperó su
cadencia normal. Hoy, sus ojos eran oscuros, más cercanos al negro que al dorado.
— ¿Mejor? —me preguntó.
—Sí —dije cautelosa.
Sacudió la cabeza y murmuró algo ininteligible. Creí entender las palabras «reacción
exagerada».
— ¿Por qué has dicho eso? —Susurré mientras intentaba evitar que me temblara la
voz—. ¿Te has cansado de tener que salvarme todo el tiempo? ¿Quieres que me aleje de ti?
—No, no quiero estar sin ti, Bella, por supuesto que no. Sé racional. Y tampoco tengo
problema alguno en salvarte de no ser por el hecho de que soy yo quien te pone en peligro...,
soy yo la razón por la que estás aquí.
—Sí, tú eres la razón —torcí el gesto—. La razón por la que estoy aquí... viva.
—Apenas —dijo con un hilo de voz—. Cubierta de vendas y escayola, y casi incapaz de
moverte.
—No me refería a la última vez en que he estado a punto de morir —repuse con
creciente irritación—. Estaba pensando en las otras, puedes elegir cuál. Estaría criando malvas
en el cementerio de Forks de no ser por ti.
Su rostro se crispó de dolor al oír mis palabras y la angustia no abandonó su mirada.
—Sin embargo, ésa no es la peor parte —continuó susurrando. Se comportó como si yo
no hubiera hablado—. Ni verte ahí, en el suelo, desmadejada y rota —dijo con voz ahogada—
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