Page 122 - Frankenstein
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mento de su creación y que daría un cierto aire
   de delirio a una historia de por sí increíble. Bien
   sabía que si alguien me hubiera contado algo
   parecido lo habría tomado por el producto de
   su demencia. Además, las extrañas característi-
   cas de la bestia harían imposible su captura,
   suponiendo que lograra convencer a mis fami-
   liares de que la iniciaran. Y ¿de qué serviría
   perseguirla? ¿Quién podría atrapar a un ser
   capaz de escalar las laderas verticales del monte
   Saléve? Estas reflexiones acabaron por conven-
   cerme y opté por guardar silencio.
     Eran alrededor de las cinco de la mañana
   cuando entré en casa de mi padre. Les dije a los
   criados que no despertaran a mi familia, y me
   fui a la biblioteca a aguardar la hora en que
   solían levantarse.
     Salvo por una marca indeleble, habían pasado
   seis años casi como un sueño. Me encontraba en
   el mismo lugar en el que por última vez había
   abrazado a mi padre al partir hacia Ingolstadt.
   ¡Padre querido y venerado! Felizmente, aún
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