Page 142 - Frankenstein
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¡Justine! Perdóname si he dudado de ti un
instante. ¿Por qué confesaste? Pero no te ator-
mentes, querida mía; proclamaré tu inocencia
por doquier y les obligaré a creerte. Sin embar-
go, has de morir; tú, mi compañera de juegos,
mi amiga, más que una hermana para mí. No
sobreviviré a tan tremenda desgracia.
––Dulce Elizabeth. Seque sus lágrimas. Debe-
ría animarme con pensamientos sobre una vida
mejor, y hacerme pasar por encima de las pe-
queñeces de este mundo injusto y agresivo. No
sea usted, mi querida amiga, la que me induzca
a la desesperación.
––Trataré de consolarte, pero me temo que es-
te mal sea demasiado punzante para que quepa
el consuelo, pues no hay esperanza. Que el cielo
te bendiga, querida Justine, con una resignación
y confianza sobrehumanas. ¡Cómo odio las far-
sas e ironías de este mundo! En cuanto una cria-
tura es asesinada, a otra se le priva de la vida
de forma lenta y tortuosa. Y los verdugos, con
manos aún teñidas de sangre inocente, creen