Page 145 - Frankenstein
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no, sentía viva en mi seno como una carcoma
que imposibilitaba toda esperanza o sosiego.
Elizabeth también lloraba entristecida; pero la
suya era también la aflicción del inocente, como
la nube que puede oscurecer la luna un breve
rato pero no logra apagar su fulgor. La angustia
y la desesperación se habían apoderado de mi
corazón, y me abrasaba en un fuego que: nada
podía apagar.
Permanecimos con Justine varias horas, y Eli-
zabeth no logró, separarse de ella sino con gran
dificultad.
Quiero morir contigo ––gritaba––, no puedo
vivir en este mundo lleno de miseria.
Justine procuró adoptar un aire de alegría,
pese a que apenas podía contener las lágrimas.
Abrazó a Elizabeth y, con voz ahogada por la
emoción, dijo:
Adiós, mi querida señora, mi dulce Elizabeth,
mi amada y única amiga. Que el cielo la bendi-
ga y que sea ésta su última desgracia. Viva, sea
feliz y haga felices a los demás.