Page 148 - Frankenstein
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Ahora todo quedaba aniquilado. En vez de esa
   tranquilidad de conciencia, que me hubiera
   permitido rememorar el pasado con satisfacción
   y concebir nuevas esperanzas, me azotaban el
   remordimiento y los sentimientos de culpabili-
   dad que me empujaban hacia un infierno de
   indescriptibles torturas.
     Este estado de ánimo amenazaba mi salud,
   repuesta ya por completo del primer golpe que
   había sufrido. Rehuía ver a nadie, y toda mani-
   festación de júbilo o complacencia era para mí
   un suplicio. Mi único consuelo era la soledad;
   una soledad profunda, oscura, semejante a la de
   la muerte.
     Mi padre observaba con dolor el cambio que
   se iba produciendo en mis costumbres y carác-
   ter, e intentaba convencerme de la inutilidad de
   dejarse arrastrar por una desproporcionada
   tristeza.
     ¿Crees tú, Víctor, que yo no sufro? ––me dijo,
   con lágrimas en los ojos––. Nadie puede querer
   a un niño como yo amaba a hermano. Pero aca-
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