Page 150 - Frankenstein
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de mi familia se había acostado, cogía la barca y
   pasaba largas horas en el lago. A veces izaba la
   vela, y dejaba que el viento me llevara; otras,
   remaba hasta el centro del lago y allí dejaba la
   barca a la deriva mientras yo me sumía en tris-
   tes pensamientos. Con frecuencia, cuando todo
   a mi alrededor estaba en paz, y yo era la única
   cosa inquieta que vagaba intranquilo por ese
   paisaje tan precioso y sobrenatural, exceptuan-
   do  algún  murciélago,  o  las  ranas  cuyo  croar
   rudo e intermitente oía cuando me acercaba a la
   orilla, con frecuencia, digo, sentía la tentación
   de tirarme al lago silencioso, y que las aguas se
   cerraran para siempre sobre mi cabeza y mis
   sufrimientos. Pero me frenaba el recuerdo de la
   heroica y abnegada Elizabeth, a quien amaba
   tiernamente, y cuya vida estaba íntimamente
   unida a la mía. Pensaba también en mi padre y
   mi  otro  hermano:  ¿iba  yo  con  mi  deserción  a
   exponerlos a la maldad del diablo que había
   soltado entre ellos?
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