Page 149 - Frankenstein
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so no es un deber para con los superviviente el
   intentar no aumentar su pena con nuestro dolor
   exagerado. También es un deber para contigo
   mismo, pues la tristeza desmesurada impide el
   restablecimiento y la alegría; incluso impide
   llevar a cabo los quehaceres diarios, sin los que
   ningún  hombre  es  digno  de  ocupar  un  sitio  en
   la sociedad.
     Este consejo, aunque válido, era del todo in-
   aplicable a mi caso. Yo hubiera sido el primero
   en  ocultar  mi  dolor  y  consolar  los  míos,  si  el
   remordimiento no hubiera teñido de amargura
   mis otros sentimientos. Ahora sólo podía res-
   ponder a mi padre con una mirada de desespe-
   ración, y esforzarme por evitarle mi presencia.
     Por esta época nos trasladamos a nuestra casa
   de Belrive. El cambio me resultó especialmente
   agradable. El habitual cierre de las puertas a las
   diez de la noche y la imposibilidad de perma-
   necer en el lago después de esa hora me hacían
   incómoda la estancia en la misma Ginebra.
   Ahora estaba libre. A menudo, cuando el resto:
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