Page 144 - Frankenstein
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sentía tan amarga y penetrante agonía como yo.
   Apreté los dientes, haciéndolos rechinar, y un
   suspiro  salido  del  alma  se  escapó  de  entre  mis
   labios. Justine se alarmó. Al reconocerme, se
   acercó a mí, diciendo:
     ––Querido señor, qué bondadoso ha sido al
   venir a verme. Espeto que usted tampoco me
   crea culpable.
     No pude contestar.
     ––No, Justine ––dijo Elizabeth   , cree aún
   más que yo en tu inocencia. Ni siquiera al saber
   que habías confesado dudó de ti. ––Se lo agra-
   dezco de corazón. En estos últimos momentos
   siento la mayor gratitud hacia aquellos que me
   juzgan con benevolencia. ¡Qué dulce resulta el
   afecto de los demás a una infeliz como yo! Me
   alivia la mitad de mis desgracias. Ahora que
   usted, mi querida señora, y su primo, creen en
   mi inocencia, puedo morir en paz.
     Así intentaba la pobre niña consolarnos a no-
   sotros y mitigar su dolor. Consiguió la resigna-
   ción que buscaba. Pero yo, el verdadero asesi-
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