Page 157 - Frankenstein
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formado por el río se abrió ante nosotros, y em-
   pezamos a ascender por la montaña que lo limi-
   ta. Poco después entramos en el valle de Cha-
   monix, más imponente y sublime, pero menos
   hermoso y pintoresco que el de Servox, que
   acabábamos de atravesar. Los altos montes de
   cumbres nevadas eran sus fronteras más cerca-
   nas. Desaparecieron los castillos en ruinas y los
   fértiles campos. –– Inmensos glaciares bordea-
   ban  el  camino;  oímos  el  ruido  atronador  de  un
   alud desprendiéndose y observamos la neblina
   que dejó a su paso. El Mont Blanc se destacaba
   dominante y magnífico entre los picos cercanos,
   y su imponente cima dominaba el valle. Duran-
   te el viaje, a veces me unía a Elizabeth, y me
   esforzaba por señalarle los puntos más hermo-
   sos del paisaje. A menudo obligaba a mi mula a
   rezagarse para así poder entregarme a la triste-
   za de mis pensamientos. Otras veces espoleaba
   al animal para que adelantara a mis compañe-
   ros, y así olvidarme de ellos, del mundo y casi
   de mí mismo. Cuando los dejaba muy atrás, me
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